Postal a los jóvenes

La fe del centurión

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

¡Qué importante es encontrarnos en la vida con personas ejemplares que provoquen en nosotros el deseo de crecer en el amor! Y estas personas, por qué no, pueden ser de otra raza, cultura o religión. La salvación que ofrece Jesús es universal, no reconoce fronteras entre personas o pueblos. Lo que hay que valorar es la fe tan atrevida y segura de este hombre y los gestos humildes en que se concreta. Lo que de verdad importa son los frutos de una actitud de fe: la dignidad de un ser humano restaurada, la reconciliación entre los pueblos y el gozo ante las maravillas del Señor.
Orar es buscar cómplices para ir a Dios, es encontrar amigos de orar con quienes hacer el camino, porque “gran mal es un alma sola” (Santa Teresa).

Mt 8,5-11: La fe del centurión


1) “Vendrán de Oriente y Occidente para sentarse a la mesa”: qué palabras más llenas de esperanzas nos dice Jesús hoy. En definitiva nos reafirma una vez más que el reino es para todos sin ninguna distinción: de raza, posición social o creencia alguna… Pero, ¿cuál es la clave para conseguir esto? Tres cosas, de acuerdo a este evangelio: reconocer a Jesús como el “salvador”, hacerse humilde ante la gratuidad del amor de Jesús y confiar que el Señor todo lo puede.

2) Nótese que el centurión estaba pidiendo la sanación para su criado. El, a pesar de pertenecer al aparataje opresor, muestra ante Jesús una fe y humildad impresionantes, esa fe que Jesús proponía a sus discípulos desde el comienzo; fe de confianza y abandono que lo hace merecedor de admiración y pronta respuesta: “Yo iré a sanarlo”.
Esta situación nos tiene que alegrar hoy a cada uno de nosotros. Hemos de pedir con fe, esperanza y abandono, reconociendo que “no somos dignos de que entres en mi casa”, pero con la seguridad de que el Señor hará todo aquello que nos conviene. Las palabras finales de esta “historia” son decidoras: “anda, que te suceda como has creído”, y en aquella hora se curó el criado.

ORAR es buscar cómplices para ir a Dios, es encontrar amigos de orar con quienes hacer el camino, porque “gran mal es un alma sola” (Santa Teresa).