Postal a los jóvenes

Vive en calma

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Jonathan, hijo de Saúl tenía un hijo torpe de pies, y a la edad de 5 años, cuando llegó la noticia de la muerte de Saúl y de Jonathán, lo cogió su nutriz y huyó, y como iba aprisa en su huida, cayó y se quedó cojo; su nombre era Mefioscheth” (2 Samuel 4,4). 

No es que el período descrito en este texto sea equivalente a la calma chicha. ¿Qué debes pensar? Debes retener una lección importante: la precipitación engendra cojos. 

Algunas personalidades no se sienten bien, física, moral e incluso espiritualmente hablando nada más que en los momentos “fuertes” como cuando hay tormentas, tempestades o tiempos borrascosos. Así es. Para ellas, el peor enemigo es la calma, el tiempo  bueno, es decir, cuando nada se mueve, evoluciona o cambia. 

Debes aprender a superar victoriosamente tus fracasos, a moderar tus éxitos y también a controlar y gestionar bien esos tiempos inevitables en lo que nada se mueve.

Muchas de tus situaciones se parecen a esa calma chicha en la que tu paciencia va a ser sometida a una dura prueba; has orado y has puesto tu fe en la acción. ¡Y no! No todo es acción. Cuando se equilibra la acción y la contemplación, marchas bien. ¿No te has dado cuenta? 

La precipitación a ciegas engendra situaciones cojas para tu vida. Lo mejor es caminar bajo la “hora” de Dios. Muchos matrimonios fracasan por no haber aguardado la “hora” de Dios. Echa un vistazo a tu derredor. Verás que muchos no andan bien en su vida profesional, afectiva, eclesial...En una palabra, “cojos” por haber manifestado mucha precipitación. 

La naturaleza te enseña que el viento no sopla siempre igual; no todos los días sopla tan fuerte; no llueve todos los días, etc. Sucede igual en tu vida. Recuerda: los períodos de calma plena, más bien que producir irritación e impaciencia que engendran la precipitación, deberían explotarse con otros fines  más felices. Por ejemplo: “Tu fuerza se encuentra en la calma y en la confianza (Isaías 30,15) o más todavía: “Es bueno esperar en silencio la ayuda del Señor (Jeremías 3,26).  

Una decisión para hoy: Quiero aprender de ti, Jesús, y prevenirme de engendrar en mí la precipitación en mi situación concreta. Decido dejarte a ti que actúes en mi vida en cada instante.  Amén