Postal a los jóvenes

Ley de hospitalidad misionera

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

SAN LUCAS, EVANGELISTA

Jesús envía a los discípulos a la misión con una tarea: prepararle el camino, dar testimonio de él y anunciar la buena nueva del reinado de Dios. Lleva en tu corazón la paz de Jesús y no dejes que las dificultades y hostilidades de la vida apaguen tu gran deseo de seguir a Jesús.

Lc 10,1-9: La cosecha es abundante; los operarios, pocos

Al don que aportan los predicadores corresponden a veces los hijos de la paz con hostilidad. La primera casa en que sean acogidos los discípulos, debe ser para ellos como su propia casa. “Quédense, pues, en esa casa.” El gran objetivo de los misioneros es el mensaje del reino de Dios. Lo decisivo no debe ser el bienestar personal, el buen trato y los cuidados de la hospitalidad. El que cambia de alojamiento muestra que el valor supremo no es para él la Palabra de Dios, sino su propia persona. Perjudica y se perjudica. Desacredita a su anfitrión y se desacredita él mismo.

No debe violarse la ley sagrada de la hospitalidad. Los discípulos deben comer y beber de lo que se les ofrezca. No deben preocuparse pensando que molestan indebidamente a quien les da hospitalidad. El quehacer de los enviados no debe verse entorpecido por preocupaciones de la tierra. Lo que reciben es justa compensación por lo que ellos aportan: su don es mayor. La misión de los discípulos es misión en las casas y en las ciudades. Una cuidad que los acoge muestra buena disposición. Los discípulos deben realizar aquello para lo que han sido enviados. Los enviados cumplen la misión de Jesús, de la que se dice: “Tal es el mensaje que ha enviado (Dios) a los hijos de Israel anunciando el Evangelio de paz por medio de Jesucristo (Hch 19,36).

ORACIÓN:

Envíame, Señor.
Llévame dónde Tú quieras,
por dónde Tú quieras, y
cuándo tú quieras.
Estoy en tus Manos.