Postal a los jóvenes

Tolerancia Cero

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

“El salario del pecado, es la muerte...” (Romanos,6,23)

Te acuerdas, me imagino, de Franklin Graham, el hijo del célebre evangelista Billy Graham. Como su padre, Franklin ejerce un ministerio de evangelista que le obliga a ausentarse a menudo. Cuando salía para una misión de evangelización, Franklin no imaginaba que su esposa tenía que hacer frente a un problema importante: una serpiente venenosa. En efecto, la serpiente decidió instalarse en su jardín. Pero la esposa de Franklin no entendía nada de este asunto. El reptil no podía quedarse en su jardín. Era un peligro de muerte para ella y sus hijos. Volvió al interior de la casa, tomó un revólver, lo cargó y después, con decisión, salió para arreglar el problema de modo expeditivo: se acercó a la serpiente, la enfocó y...y le rompió la cabeza.

No es concebible hacer igual con la serpiente del pecado. El principio de la tolerancia cero debe tener como regla de todo el Hijo de Dios. El pecado, el mal son tus enemigos. Son ellos los que consumen el bien que hay en tu vida. Por eso Dios los condena tan severamente. No solamente, el pecado levanta un muro entre Dios y tú. Es tu enemigo público número uno.

Alguien dijo:” O le plantas cara al pecado o él te la plantará a ti”.

El arrepentimiento te permite que renuncies a tu “yo” para volverte a Dios. Gracias a él, puedes conseguir la victoria sobre tus pecados.

Algún evangelista americano lo ha interpretado así: “El paso de la “autodevoción a la devoción de Dios”, es decir, el paso del culto del “yo” al culto de Dios.

Debes saber que siempre puedes confesar tus pecados al Señor, sean cuales sean a tus ojos. El Señor es fiel y justo para perdonártelos y para purificarte de toda iniquidad” (1 Juan 1,9).

Oración para hoy: Señor, ¡qué gracia es conocerte y poder acercarme a ti con libertad. Conoces mi pecado y lo que me separa de ti. Hoy, te lo confieso y elijo la tolerancia cero respecto a todo lo que daña mi relación contigo. Te bendigo porque sé que eres fiel y justo al perdonarme al guardarme alejado de todo pecado.