Postal a los jóvenes

Felicidad y honor de la mujer

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

Una mujer del pueblo presta su voz a la humanidad para felicitar a María porque escuchó y dejó cumplirse la Palabra de Dios en ella. Eres dichoso si dejas que la Palabra de Dios modele la arcilla de tu vida; si dialogas con ella en el corazón, brotará en ti la humildad, la libertad y la alegría.

Lc 11,27-28: ¡Dichoso el vientre que te llevó!

La alabanza hacia la madre se dirige al hijo. La felicidad y el honor de una mujer están en los hijos que ha engendrado y criado. La gloria del hijo se extiende también a su madre. Sí; ¡bienaventurada!; a la madre de Jesús hay que llamarla bienaventurada. Pero esta alabanza pronunciada por la mujer podría también interpretarse mal.

La sola maternidad corporal no es la razón de la bienaventuranza. Más bien hay que llamar bienaventurado “al que escucha la Palabra de Dios y la guarda”. Oír, guardar y seguir la Palabra de Jesús, la Palabra anunciada por Él, eso es lo que preserva de recaer bajo el dominio del demonio. María escuchó, creyó y guardó la Palabra de Dios. Hay que felicitarla porque es madre de Jesús, vencedor de los demonios y portador de salvación, pero todavía más porque escuchó la Palabra de Dios y la guardó.

La primera bienaventuranza esta dirigida a ensalzar al pequeño grupo familiar, un pequeño resto que se salvaría por la acción del Profeta. Jesús cambia esta perspectiva con otra bienaventuranza que fija un alcance universal a la salvación de Dios. La salvación ya no es de un grupo, de un clan o de una raza precisa. La salvación es patrimonio de todos aquellos que realizan y hacen presente el reino de Dios con su actitud constante de escuchar la Palabra de Dios.

ORACIÓN:

 

Tu Palabra y tu Sabiduría están en mí,
no porque te conozca mediante mis conceptos,
sino porque soy conocido por ti
como hijo y amigo tuyo.