Postal a los jóvenes

Las mujeres siguen a Jesús

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

'Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios' (Lc 8,1)

Jesús camina de pueblo en pueblo. Es un peregrino que visita con alegría todos los lugares. Jesús va siempre al encuentro. No espera. Se adelanta y se ofrece. Tiene prisa por sembrar el gozo en los surcos del mundo. Vive tu fe con alegría. La tristeza quita las fuerzas, esconde el rostro de Dios a los ojos de las gentes. Haz lo que puedas por disminuir la tristeza de los demás.

Lc 8,1-3: Las mujeres que seguían a Jesús

La tradición nos ha hecho creer que Jesús sólo tenía discípulos varones. Sin embargo, el evangelio de Lucas nos muestra en forma clara y directa que en el grupo de seguidores de Jesús había también mujeres. Es que no podría ser de otra manera, pues el reino anunciado e inaugurado por Jesús es para varones y mujeres por igual. Con este gesto de acogida igualitaria en su grupo más cercano y predilecto, Jesús recupera la dignidad de la mujer convocándola junto con los varones como destinataria y al mismo tiempo mensajera del reino. Hay que tener en cuenta que Jesús se mueve en un ambiente patriarcal y androcéntrico; “machista”, diríamos gráficamente hoy. Por eso su actitud es desafiante, provocadora y novedosa. A lo largo de la historia del cristianismo –y a partir del momento mismo de la Resurrección- las mujeres han jugado un papel muy importante, ya sea con su asombroso valiente testimonio martirial, la iluminación, sostenimiento y práctica de la fe, así como la expansión y consolidación de innumerables comunidades cristianas.

La historia eclesiástica exhibe con honor a las doctoras de la Iglesia Teresa de Jesús, Catalina de Siena y Teresa de Lisieux, junto a pléyades de monjas, religiosas, misioneras, catequistas, servidoras y animadoras de la Palabra que han sido verdaderas “diaconisas”, aunque no se les haya reconocido oficialmente su ministerio. Mujeres auténticas y abnegadas trabajan con eficiencia en otras tantas comunidades desde el silencio elocuente y profético. Sin embargo, al interior de nuestras iglesias falta mucho camino por recorrer para incluir y reconocer al nivel que corresponde el ministerio de la mujer dentro de la comunidad eclesial.

ORACIÓN:

Dame, Señor, tu Espíritu de fortaleza.
Haz que mi vida se misionera de alegría.
Que a todos les anuncie lo inmensidad de tu amor.