Postal a los jóvenes

Agua de Dios: búscala

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

“Hemos encontrado el agua” (Génesis 26,32)

¡Agua! Los labios resecados de los empleados de Isaac acaban de lanzar esa exclamación, portadora de una nueva o noticia rara en una comarca oriental en la que el agua es tan preciosa, que se la llama el “don de Dios”.

¡Qué misterio que esta molécula tan sencilla y sin embargo indispensable para la persona, al igual que para toda forma de vida en la tierra: H2O!

¿Y qué tal en tu plano espiritual? En el plano espiritual, la necesidad no creas que tiene menos importancia: el agua divina es irreemplazable. ¿Cómo ir en su búsqueda, dónde encontrarla?

¡De agua que cae del Cielo! Es su lluvia que él derrama sobre quienes se reúnen en su nombre. El camino de su voluntad, en lo que se refiere a ti, pasa bajo abundantes nubes salidas de la lluvia divina, que él ha preparado para estos momentos de compartir y de comunión con el pueblo de Dios: oraciones, cultos, etc. (Salmo 133,1-3). Pero hay otra cosa...

Del agua que desciende las alturas de la montaña santa y se desliza por el torrente en forma de río, ¿sabes qué es? Es su Palabra que nunca se seca ni agota (Salmo 65,9), y te permite que no dependas de circunstancias. Te pertenece a ti que restablezcas tu propia vida, ampliando tus raíces en la corriente de agua (Salmo 1,3). Pero hay otra cosa...

Del agua escondida por el Creador, subterránea y secreta pero siempre refrescante y real, incluso cuando el se instala el desierto en la superficie del suelo.

Es el tiempo particular que vas a investir, poner aparte para llorar, ayunar y sondear las profundidades mismas de Dios.

Así Josafat, convertido en pocero de Dios por consejo del profeta Eliseo (2 Reyes 3,16-17), no cesa a lo largo y ancho de su existencia, de hacer fosas y pozos. Entonces, el agua divina nunca te faltará... Sé que te duchas y lavas una vez al menos cada día o más veces. Ahora bien, ¿cuántas duchas y lavados te haces con el agua divina?...

Una oración para hoy: Señor, haz que ponga mi vida en las orillas del torrente de tu Palabra. Buscaré el agua más fresca, en las profundidades de tu corazón. Sólo así sé que libras de la sequedad. Amén.