Postal a los jóvenes

¿Difícil salvarse?

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

“Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos” (Mt 19,23)

Dios no entra en un corazón que no le abre la puerta. Dios no entra en un corazón que está lleno de otras riquezas. Se queda fuera, esperando. Haz la experiencia de buscar a Dios sin nada, en silencio, en soledad. Déjale abierta la puerta de tu corazón.

Es tal el peligro que representan las riquezas y la ambición de ellas en la vida del ser humano, que pueden llegar a desplazarlo de su propio centro. El hombre ubica entonces allí al gran dios que se ha fabricado desde las posesiones que supuestamente le dan seguridades, pero que lo alejan del otro, sobre todo del más necesitado, del que sufre el hambre, la miseria, la exclusión.

Ojalá las riquezas, como origen frecuente de tan lamentables situaciones, no impidan nuestro seguimiento a Cristo ni desplacen el sentido original que tienen en orden a satisfacer las necesidades vitales de todos los seres humanos. Dios no condena la riqueza que puede ayudar al ser humano a construir su bienestar; lo que condena es el uso que aquél haga de ella favoreciendo a unos pocos y marginando a la gran mayoría. Dios ha destinado las riquezas con el fin de que el ser humano las use para desarrollar el mundo y para construir una sociedad mejor y más humana en justicia, solidaridad y caridad auténtica. Para hacer un uso justo de las riquezas en el ámbito del creyente, éste ha de tener por centro el verdadero amor a Dios y al prójimo como a sí mismo.

ORACIÓN:

Te hago sitio, mi Dios.
Me asombra tu amor.
Tú eres mi riqueza.
Mi soledad, contigo, ya es sonora