Postal a los jóvenes

Yo soy el pan de vida.

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

''Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed' (Jn 6,35)

Pan para vivir, pan buscado con pasión, pan guardado y acumulado, pan arrebatado a los más pobres. El pan de Jesús, que expresa el amor de Dios, siempre es pan nuestro. Participa en la eucaristía, la fiesta del pan partido y repartido de Jesús. Haz de tu vida una eucaristía, partiendo y repartiendo tus dones.
Enséñame, Señor, que el pan y el perdón son caminos de ida y vuelta. Los recibimos de Ti gratuitamente y los damos también gratuitamente.

SEGUIR EL PROYECTO DE JESÚS SIN CONFUSIÓN

Las palabras de Jesús que hemos venido meditando en los últimos días crean confusión entre sus oyentes. Podían tal vez entenderlo a él como «pan», pero no como «carne». Pero a estas alturas no debería haber confusión, porque Jesús insiste sobre lo mismo de antes: LO QUE HAY QUE SEGUIR NO ES UNA LEY O UNA DOCTRINA, SINO UN PROYECTO.

1) EN JESÚS SE FUNDAMENTA LA VIDA. Mientras los maestros pedían la adhesión a la Ley, Jesús pide la aceptación al reino, que implica una aceptación a su persona. A diferencia de lo que ocurría en las escuelas rabínicas, Jesús pretende ser el único maestro, de manera que sus discípulos no pueden buscar a otro ni aspirar a serlo (Mt 23,8). Además, la palabra de Jesús tiene un valor decisivo: sólo sobre ella se puede edificar auténticamente la vida (Mt 7,24-27); y sólo quien la acoja será acogido por el Padre en el último día (Mc 8,38).

2) EUCARISTÍA.- Por tanto, la doble dimensión de «comer mi carne« y «beber mi sangre» tiene un sentido eminentemente eucarístico. «Comer mi carne» implica adhesión y seguimiento a Jesús de Nazaret, que nos invita a vivir su proyecto en nuestro contexto histórico concreto: en la familia, en el trabajo, o en una sociedad que a veces gusta de un Jesús «por las nubes», porque le resulta demasiado exigente el Cristo con cuerpo y sangre del Evangelio.
3) LA SANGRE simboliza «don de vida»; por tanto, beber la sangre de Jesús implica una adhesión al Jesús de la vida, como un don siempre disponible para sembrar, dar y recoger.

ORACIÓN:

 

Señor, hoy me presento a ti para agradecerte el don por excelencia que me has dejado en la Eucaristía. No sólo te busco como fuerza y consuelo, sino sobre todo por vivir en unión contigo y los demás, y saber que estás en mi para transformarme. En el nombre de Jesús, amén.