Postal a los jóvenes

Dime: ¿Eres estéril o fecundo?

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

"Bendito sea el hombre que confía en Dios. Es como un árbol plantado junto a las aguas..." Jeremías 17.7-8

La desolación gana terreno en nuestro mundo. El planeta es abatido por un desierto espiritual. Mantenerse en pie en el seno de esta devastación es el desafío que debemos sostener

La Palabra de Dios advierte a la Iglesia de la inminencia de una “penuria espiritual”. Esta penuria será sin precedente y afectará al planeta entero. No se trata de una insuficiencia de petróleo o trigo sino de una deficiencia de otra suerte: una penuria de valores morales y espirituales. Una penuria de amor, de verdad y se fe se anuncia. En este mundo cada vez más árido en el plano espiritual, la Iglesia debe luchar para guardar su frescura.

En su libro, el profeta Jeremías nos da una descripción chocante de la condición espiritual en la que se encuentran dos hombres (Jeremías 17,5-8).

El primero se ha apartado de Dios, ha perdido su ruta, y, no sabiendo ya a dónde ir, comete errores por los lugares quemados del desierto. Se ha despistado y su vida espiritual es estéril. No da fruto.

El segundo es un hombre que se confía a Dios, lo conoce y la bendición divina está con él. Es comparado a un árbol plantado junto a las corrientes de agua, tiene buenas raíces, nunca se seca y da frutos.

Esta descripción debe darnos interpelar nuestro estado. ¿En dónde nos encontramos espiritualmente? ¿Estamos secos y estériles o bebemos en las corrientes frescas del Espíritu Santo?

¿Estás regado? ¿Das fruto? ¡Es de buena calidad este último?? ¿Podrás resistir a esta desertificación espiritual de gran envergadura?


Más que nunca, en este mundo árido, debes permanecer muy cerca de la fuente de la vida. Conoces a Dios y sacias tu vida espiritual en Jesús. ¿Cómo? Sumérgete en tus raíces en la corriente bendita de la vida del Espíritu.

Una oración para hoy

Señor, eres mi esperanza. Como el salmista, quiero confesar que todas las fuentes están en ti (Salmo 87,7). Quiero permanecer en tu Palabra para que dé frutos para tu gloria. En el nombre de Jesús, amén.