Postal a los jóvenes

Boda: ¿Un sí de por vida?...

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Felipe y Domi se han casado. Con gran ostentación de flores, rico traje y bellísimo vestido de novia. A la salida,  se les arrojan pétalos de flores, arroz, maíz...La madres contienen sus lágrimas, y las niñas o damas de honor aparecen tímidas. No se atrevieron a llevar las alianzas al sacerdote. Porque sabían que era una farsa...

 

Muchas parejas, al preguntarles algunos años después de haberse dicho “sí” para lo mejor y lo peor, declaran sin dudar que su matrimonio fue el día más bello de su vida. Lo dicen con franqueza. Es quizá porque olvidan todo el miedo o rastro para no acordarse más que de la fiesta y de la felicidad. 

Felipe, es verdad. Nunca tuve tanto estrés. Iba a casarse como otros van a correr o a la peluquería. Con la manos en el bolsillo por así decirlo. No porque se tomara el tema a la ligera, sino por sentía en sí que eso no le iba. 

Dominique, por el contrario, estaba completamente más angustiada. ¡La pobre!¡Un verdadero mano de nervios! 

TIEMPO SUCIO PARA EL MATRIMONIO

 

Casarse, es un compromiso por excelencia. El famoso “Sí”, que une de por vida al ser que ama. Los espíritus tristes dicen: “ que le llegue la cuerda al cuello”. Y sin embargo, se observa que los jóvenes tienen cada vez más miedo en dar el paso. Se casan cada vez más tarde. La edad media oscila hoy en los 34 años y dos meses. Ella se casa a los 31 y tres meses. Hace tan sólo diez años, la media era de 30 años y y tres meses para el chico y 27 años y diez meses para la chica 

Hay que tener en cuenta también los re- matrimonios.  Pues está claro que se divorcian mucho más que antes. En 2003, el Estatuto Nacional de Estadística decía que había tres divorcios de cada  cuatro matrimonios. Y en las grandes ciudades, el número de divorcios es incluso superior: 5.620 divorcios de 5.302 matrimonios. 

EL PUNTO DE VISTA DE LOS REFRACTARIOS

 

Entre los 20 y 30 años, muchos viven en pareja desde hace años sin pensar ir al ayuntamiento (matrimonio civil) o a la iglesia. O más bien,  han pensado en ello, pero han renunciado. Manu explica: “No veo el interés en oficializar nuestra situación. Para algunos, el matrimonio puede ser incluso una trampa- Lo ven como un final. 

Una vez con la sortija en el dedo, se consideran como rotos y no hacen ya esfuerzos por mantener  el amor en su pareja. El matrimonio es el preámbulo del divorcio”.

He aquí una visión pesimista. Las bodas serían la ceremonia de clausura de una conquista amorosa más que una vida de pareja por construir. 

Dicho de otro modo: decir “sí”, sería regularizar una relación amorosa. Un tanto trivial.

Pero si la mayor parte de los jóvenes tardan en casarse, es porque no se sienten preparados, porque tienen miedo a comprometerse de por vida o demasiado pronto. Por otra parte, no se toman el tema en serio. Sin embargo, el riesgo de deslizarse o prolongarse en la indecisión es grande.

 

PRIMERA PÁGINA

Felipe Oswald está inquieto al ver a tantos jóvenes tan reticentes a casarse: “Si el compromiso matrimonial tiene un sentido respecto del amor” escribe en su libro “Doubles-clics sobre el amor”, es precisamente porque se ignora lo que el futuro les reserva, mientras que  se sabe con certeza que el tiempo hará su obra. 

Se juran el uno a la otra y viceversa, y ante testigos, fidelidad suceda lo que suceda, en un acto de confianza que es una usura del tiempo. Es una apuesta total: no se reserva nada, se pone su vida en un solo “sí” libre, voluntario y confiado. 

¿Cómo pretender amar verdaderamente, cómo  creérselo mientras no se quemen los barcos? 

No, decididamente, el matrimonio no es un epílogo, sino un prefacio. La primera página de una crónica que hay que escribir a dos, día tras día. A dos, después a tres, cuatro, cinco...cuando lleguen los hijos. Se llegará entonces a ser padre y madre. Un nuevo compromiso, un nuevo “sí” a la vida. 

Lo demás, es montarse la vida propia y la de la otra persona a los antojos de una relación que siempre está en el aire y sobre la que pesa la espada de Damocles.

Son los que siguen la corriente fácil de la vida, sin compromiso de ningún tipo. ¡Y así les va! ¿Creen que son felices así? ¡No!, en general. La excepción es la regla.