Postal a los jóvenes

La tiranía del pecado

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Dice un creyente cristiano:”Lucho contra el pecado y disparé contra él mientras viva y tenga dientes para morderlo”.

El pecado no es un buen compañero, ni un osito de peluche. Es un enemigo cruel, peligroso criminal, un serie de asesinos contra la fe.

¿Cómo puedes correr en la carrera divina, en el “Programa de Dios”, si tienes cadenas y bolas atadas a tus pies?

La Biblia dice que el pecado tiene el poder de envolverte. Literalmente, el pecado “te asedia”. El pecado no buscará nunca el segundo lugar, desea siempre el primero, el lugar central: la del trono de tu corazón.

Vivir en el pecado, es vivir con un yugo pesado. Los que pecan viven encorbados en lamentos, remordimientos, recuerdos del pasado...Viven bajo la acusación del diablo y de la culpabilidad de tu conciencia. El pecado figura en primera línea en la lista de los asesinos de la fe.

La única protección eficaz contra el pecado, es una fe sólida. Si alguien lucha con el pecado como en un combate cuerpo a cuerpo, la única posibilidad de victoria se llama: el arrepentimiento. El arrepentimiento detenta el poder de dar el golpe fatal a la amenaza del pecado, al estado de pecado o a los efectos del pecado en tu vida.

Considera el arrepentimiento como el calibre más grueso que Dios pone a tu disposición contra el pecado en tu vida. Es una cuestión de vida o de muerte espiritual.

La fe te permite vivir una vida excelente, una vida de pureza y de santidad.
Gracias a la fe en la obra redentora realizada por Cristo, puedes andar con la cabeza alta y con los ojos fijos en Jesús.

UNA DECISIÓN PARA HOY: La Biblia declara que “si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo en perdonarlos y purificarnos de toda iniquidad (1Juan 1,9). Hoy, si hay pecado en tu vida, apóyate en la promesa del Señor y ve a sus pies con el corazón arrepentido. Pídele perdón y ten la seguridad que te entiende y te libra de las ataduras que el pecado ha tejido en tu vida. En el nombre de Jesús, amén.