Postal a los jóvenes

Miedo e intimidación

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

““Para todo embrazad el escudo de la fe, en el que se apagarán los dardos
incendiarios del maligno” (Efesios 6,16).

La intimidación y el miedo trabajan juntos para arrebatar la bendiciones divinas más grandes.

El enemigo es sutil y es capaz de servirse de un pariente, de un cónyuge, de un patrono o colega para destruirte. Arma a ciertas personas con palabra de maldición, palabrahumillantes y degradantes. Tienen sólo un fin: socavar tu moral y mantenerte lo más alejado de las bendiciones divinas que se te han dado. El diablo pondrá todo en obra para que te contentes con tu mediocridad. Estas palabras tienen como objetivo hundir tu fe, paralizarla,
neutralizarla.

Pero, cuando se encuentran frente a una fe determinada, decidida, saben que su última hora acaba de sonar.

Cuando Pablo hace la descripción de la armadura espiritual del cristiano, al evocar la fe, toma por modelo el escudo. En el momento del combate, éste se tira al agua para poder apagar los dardos incendiarios de los enemigos. Si, para nosotros el escudo es el símbolo de la fe, el agua es el símbolo de la Palabra.

Nuestro escudo de la fe se mantiene por el cinturón de la verdad.

Delante de tus adversarios, ponte el escudo, mantenlo con una mano firme y haz que con él se apaguen los dardos incendiarios del maligno. Porque tienes la espada del Espíritu (la Palabra de Dios: Efesios 6,17) y el escudo de la fe, entonces estos dardos no podrán contigo. La fe te permite tomar altura.
Te coloca por encima de las “críticas”, de la “maledicción”, de los profetas de la desgracia, del miedo y de la intimidación.
Que te fascine esta promesa del Señor en tu vida:” Puesto que él me ama, lo libraré; lo protegeré, pues conoce mi nombre. Me invocará y le responderé; estaré con él en la angustia, lo libraré y glorificaré” (Salmo 91,14-15).


ORACIÓN PARA HOY: Deja ya que te dominen las mentiras del enemigo. Revístete del escudo de la fe y decídete proclamar y vivir la Palabra de Dios, y verás cómo huye el enemigo de tu alma.