Postal a los jóvenes

¿Qué tal tu imaginación?...

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

“Hubo una guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón” (Apocalipsis 12,7).


La Biblia es un libro serio; no contiene ni cuento, ni leyenda, frutos de la imaginación. Sabes que los dragones no existen. Salvo en lo imaginario. Y justamente ahí es donde tu enemigo el diablo va a buscar alcanzarte. Busca influenciar tu imaginación hasta el punto que termines por creer en cosas que no existen. Ya has comprendido que tu imaginación podía jugarte malas jugadas. Ahora tienes que aprender a dominarla y a someterla a la realidad.


Algunas personas no quieren sobre todo ver su imaginación bajo el control del Señor. Les gusta esta vida de escenarios increíbles, de monstruos, dragones y fantasmas en todos los rincones de la calle. Sin duda que todo eso les lleva a ver dragones en donde su responsabilidad está comprometida. ¡Qué solución más fácil!

No debes admitir que tu imaginación sea la proa diaria del maligno. A partir de hoy, decide que la sangre preciosa de Jesús va a purificar tu imaginario y no dejarás que tus impresiones te dicten tales u cuales tipos de relaciones con tal o cual clase de personas...

Por otra parte, la imaginación influenciada por el diablo te hace ver la adversidad más grande de lo que es, y a confesar en tu interior que esta vez no podrás salir. Son tonterías provenientes del infierno. ¡Claro que sales! Una vez más vencerás por la gracia de Dios y su bondad que está de tu parte. No dejes que tu imaginación galope, domínala, colócala en la cruz cada mañana y vive en paz, victorioso de esos Goliats o dragones imaginarios mediante tu fe en Jesucristo.

Una oración para hoy: Señor Jesús, mi imaginación me ha hecho mucho mal; me ha llevado a enfadarme con mis amigos; me ha impulsado a aislarme. No me cabe duda que el demonio ha influenciado mi imaginario. Te ruego que actúes en mi vida para que cambie mi comportamiento en este punto. Mi imaginación ha estado a veces en manos del maligno. ¡¡Se acabó, Señor!! Me pongo en tus manos. Amén.