Postal a los jóvenes

Claves de revitalización cristiana

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB    

 

 

Se habla mucho de la vida cristiana en plan negativo por el descenso de vocaciones y el bajón de prácticas religiosas.

Intento dar una visión positiva en base a cuatro claves positivas.

1. La cuestión realmente radical: vivir de cara a Dios

Nada puede darse por supuesto. Las circunstancias de la vida hacen hoy más necesario el cuidado y el cultivo del don recibido. Nadie garantiza que por supuesto. Las circunstancias de la vida hacen hoy más necesario el cuidado y el cultivo del don recibido. Nadie garantiza que podamos conservar siempre lo que hemos tenido el gozo de disfrutar. Menos en tiempos en los que el ambiente más extendido es increencia e invitación al cultivo del bien-estar.
Buscar a Dios, y compartir esa búsqueda y sus descubrimientos con los demás. Ese es el objeto (si es que esta palabra puede darse) de la vida cristiana. Todo lo demás es secundario o accidental. No sobra ni un solo esfuerzo por hacer de los cristianos/as mejores profesionales, pero siempre será mucho más importante habilitar a los cristianos/as para que busquen más intensamente a Dios. Contraponer ambos esfuerzos es desquiciar lo que en muchas vocaciones cristianas va unido. Pero nunca hemos de olvidar la jerarquía de las cosas.

2. Intensificar el cuidado de la fraternidad

Cada grupo de creyentes es hijo de su tiempo y de su contexto. Tampoco todas las cosas que nos pasan tienen nítidos responsables. En las últimas décadas, como reacción quizás a un estilo de vida consagrada que se deseaba superar, hemos cuidado mucho el trabajo apostólico y su calidad. Pero a veces hemos olvidado dos cuestiones fundamentales: que no toda misión se agota en el trabajo- y mucho menos en los trabajos-, y que en la vida coherente de los cristianos es el primer hecho de la misión. La clave de todo apostolado es la calidad antes que la cantidad. Lo primero de todo es que seamos personas discípulas/os de Jesucristo. Porque lo fundamental no es el grupo sino la comunión. Sin ésta no puede existir aquel. En esto consiste la comunión. En la sístole y diástole de la donación y la acogida recíproca de nuestras propias personas, por encima y mucho más de la resonancia de nuestros sentimientos. Para que el profetismo de la vida de creyentes sea creíble en grado máximo ha de brotar de nuestro hermanamiento efectivo y público.

3. La mediación, solo milagrosamente innecesaria, de la pobreza y de los pobres.
La historia de la Iglesia sugiere que los momentos del florecimiento de la vida cristiana han coincidido con experiencias renovadas de pobreza evangélica. Por supuesto ésta no puede entenderse de modo unívoco, como si en la historia de la fe, en todos los contextos y lugares, hubiera de ser vivida de modo similar. Pero sí hay unas irrenunciables claves de fondo de las que no se puede prescindir:”ateniéndonos a las palabras indiscutibles del Evangelio...

4. Conciencia de conversión, de formación continua

Es muy interesante que toda persona cristiana sea formada en la libertad de aprender durante toda la vida, en toda edad y en todo momento, en todo ambiente y contexto humano, de toda persona y de toda cultura.

Una cristiano se compromete a tener siempre un espíritu de novicio, a ser consciente de que nunca va a dejar de aprender. Toda iglesia, grupo creyente debe ser un centro de formación, sin que ésta pueda entenderse como simple enriquecimiento intelectual. Si de verdad reconocemos nuestra condición de aprendices será más fácil que vivamos con el corazón abierto a las sugerencias que del Espíritu nos puedan venir, y los procesos de revitalización y búsqueda de viabilidad se harán más sencillos.