Meditación diaria Bíblica

Lo esencial de la vida cristiana

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 


Deja que resuene en ti, con calma, esta palabra de Jesús. Lo más grande ya lo tienes en las manos, es tu vida. Acógela como un don. Trata de encontrar gestos y palabras gratuitas. Lo gratuito es el mejor antídoto contra la ambición. Procura a dejar al margen de tus intereses la ambición por el dinero, por el poder, por el prestigio. La oración es gratuita y florece donde hay gratuidad.

Te presento, Dios mío, mi pobreza. Sé Tú mi verdadera riqueza. Quiero recorrer contigo, Señor, los caminos de la vida, dando vida. Quiero llevar mi cruz de cada día, contigo mi Señor.

Lucas 9,22-25: El que pierda su vida por mí se salvará

Este pasaje, íntimamente ligado al anuncio de la Pasión, contiene el enunciado de las condiciones para seguir a Jesús por el nuevo camino que se prepara a recorrer.
El Maestro no se ha limitado a mostrar la necesidad salvadora de sus propios sufrimientos; ha preparado también a los discípulos para aceptar de la misma forma una vida de pruebas. Para ilustrar esta enseñanza, Lucas ha compuesto en torno a este tema una especie de antología, un tanto artificial, de sentencias de Jesús.

Los verbos renunciar, cargar con la cruz, seguir a Jesús, son sinónimos. Designan, cada uno a su manera, en qué consiste lo esencial de la vida cristiana. Jesús está destinado al escarnio de la cruz, y advierte a los suyos que no podrán sustraerse a esa misma suerte si siguen siendo fieles a su enseñanza. Por consiguiente, hay que renunciar a toda seguridad personal y aceptar los consejos del Maestro.

En este sentido, salvar su vida equivale a abandonar el grupo de Jesús, considerado demasiado peligroso para asegurarse; perder su vida es arriesgarla conservando la pertenencia al grupo de los discípulos. Pero ese riesgo no puede correrse sino en completa solidaridad con la persona de Jesús: “a causa de mí”.
Así termina para todo discípulo el misterio pascual: lo que Jesús vive muriendo y resucitando se convierte en condición de todos sus discípulos, que hemos de portar nuestra cruz para morir y vivir con él.