Meditación diaria Bíblica

Pecados perdonados

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 


Evangelio: Marcos 2,1-12


“Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no po*dían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolga*ron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados quedan perdonados.” Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: “¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?” Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: “¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico “tus pecados quedan perdonados” o decirle “le*vántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene po*testad en la tierra para perdonar pecados...” Entonces le dijo al paralítico: “Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.” Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto una cosa igual.”

Jesús vuelve a Cafarnaún; se divulga la noticia que está en casa.

¿En qué casa? Hoy se presentan unas excavaciones modélicas que dicen arqueológicamente: Aquí se hospedaba Jesús. Esa pieza-habitación se convirtió en iglesia.

Se agolpó el gentío; ya no quedó sitio ni a la puerta.

Él les proponía la Palabra.

Cuatro amigos traen a un paralítico en una camilla. Ni cortos ni perezosos se suben al tejado, hecho con ramas de palmera, abren un boquete y descuelgan la camilla con el paralítico.

Es fácil hacer una composición de lugar, quedándose junto a Jesús que quedaría admirado, de la fe que tenían los portadores, dijo al paralítico:

Hijo, tus pecados quedan perdonados.

En primer lugar, llama la atención que Jesús se fije en la fe de los portadores; da la sensación que el pobre paralítico no era capaz de tener fe.

En segundo lugar, es la única sanación que Jesús ejerce que comienza por el perdón de los pecados; aquí parece insinuarse que para sanarlo, primero Jesús tiene que librarlo de los pecados

En tercer lugar, Jesús declara los pecados perdonados. ¿Por quién? Hasta aquí ha sido discreto y en esta frase se entiende que Dios es el agente del perdón de los pecados.

Unos teólogos que estaban sentados cavilaban con su teología en sus cabezas: Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?

Si ellos son teólogos, Jesús es perspicaz y se dio cuenta de lo que pensaban.

Se establece un debate en el que Jesús queda vencedor. Los vencidos se lo guardaron para acusarlo en el juicio de Jesús este y otros casos tipificados como blasfemia.

La potestad de Jesús para perdonar los pecados se demostró con la poderosa señal que hizo. Se dirigió al paralítico diciendo: Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.

Señor Jesús, damos esa confianza en ti. Si nos falta fe para llegar a la cuota necesaria, fíjate en la fe de tu Iglesia y conforme a tu Palabra danos… lo que necesitamos para levantarnos de las camillas que nos tienen fijados en el suelo, que podamos liberarnos y coger esa camilla esclavizante. Amén.

Jesús se encuentra cara a cara con el paralítico. Cuatro personas han quitado obstáculos para que se produjera el encuentro. A Jesús le gusta la fe de los que ayudan a otros a superar todas las barreras que impiden la comunicación. Jesús actúa, como ve que actúa el Padre de los cielos, y de sus labios salen palabras de perdón. Las gentes, acostumbradas a escuchar el lenguaje de la culpa que pasa de unos a otros, escuchan con agrado este lenguaje desconocido del perdón. Jesús invita a todo paralítico a la libertad, a caminar sin muletas, a sacar la palabra propia que Dios ha puesto en cada corazón. Por donde Jesús pasa florece la vida y crece la esperanza. Deja que Jesús te perdone. Y aprende a perdonarte y a curarte, ésas son las actitudes más humanas y cristianas que existen. Y no te duela nunca perdonar. Orar es ponerte ante Jesús y dejar que su vida te alcance.











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