Meditación diaria Bíblica

¿Impuro? Lo de dentro

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 


Nada externo puede separar al ser humano de Dios. La conducta injusta con los demás y el egoísmo, manifestado por la ambición del dinero o el desenfreno de costumbres, es lo que mancha y deteriora al ser humano. La relación con Dios no depende de la observancia de carnes o de gestos religiosos, sino de la verdad de cada persona y del trato que demos a los demás. En el interior de cada persona se conservan todos los tesoros de la vida, todos los encuentros con las personas y con Dios.

No fomentes rencores, que empañan tu confianza, favorece el diálogo, donde cada persona pueda expresar su verdad, regala humanidad para que todos/as puedan respirar el aire nuevo del Espíritu.

Mc 7,14-23: “Lo que sale del hombre es lo que lo contamina”

La crítica establecida por Jesús contra las prescripciones de la ley no recae precisamente sobre la ley en sí, que seguramente hubiera llegado, en virtud de su dinamismo interno, a la espiritualización deseada por él. Pero los judíos, y más especialmente los fariseos, bloquearon ese dinamismo por efecto de una mentalidad demasiado material.

La polémica de Jesús contra el fariseísmo ha terminado por configurar este término, originariamente sinónimo de piedad y de perfección, como el símbolo mismo de la hipocresía.
Jesús fundamentaba la religión sobre la persona más que sobre la ley; se orientaba claramente hacía un mesianismo puro y atribuía más importancia a los gestos de fraternidad que a las prácticas culturales; debía chocar necesariamente con la intolerancia y el integrismo de los fariseos. Predicó abiertamente contra ellos una vuelta bien justificada al espíritu de la ley primitiva.

Primero rompió el inmovilismo de ley, con el fin de espiritualizarla; y de ahí redujo y desenmascaró al fariseísmo como un movimiento hipócrita.
Conforme a esta pedagogía popular del Maestro, no hay forma alguna de ritualismo que pueda contaminar al ser humano; es el actuar de éste el que puede contaminarlo si no reconoce a los demás dentro de una fraternidad basada en la fe.