Meditación diaria Bíblica

El Edén

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

Génesis 2,8-9.15-17


Dios coloca al ser humano que acaba de crear en un magnífico jardín y, en medio de éste, el árbol de la vida. ¿Habría mejor modo de mostrar que Dios desea para nosotros la plenitud de la vida, que hemos sido creados para la felicidad? Y esa felicidad no consiste únicamente en el ocio: Adán está en el jardín para «cultivarlo y cuidarlo». El trabajo es una manera de colaborar con Dios.


Pero he aquí que el árbol de vida es desdoblado por otro, «el árbol del conocimiento del bien y del mal». En lenguaje bíblico esto significa «el árbol del conocimiento de la manera de vivir». En los lenguajes semíticos, el uso de pares de palabras opuestas indica a menudo una totalidad. En la Biblia, la pregunta «¿qué se puede hacer para llevar una vida buena, plena, realizada?» incumbe el ámbito de la sabiduría. Tener sabiduría no significa haber leído muchos libros, sino hacer correctamente las opciones que se impongan para vivir mejor. En efecto, a la diferencia de la vida animal o vegetal, la vida humana implica un gran número de elecciones. Poniendo esos dos árboles juntos, el relato indica que el camino hacia la vida verdadera pasa por la adquisición de la sabiduría.


¿Cómo adquirir esa sabiduría tan esencial? La Biblia responde: escuchando la Palabra de Dios. Es el sentido del «mandamiento» divino en los versículos 16-17. Para los judíos se trata de la Torá, palabra a menudo traducida por «ley», pero cuyo sentido primero es «enseñanza». Aquí Dios intenta explicar al ser humano el camino hacia la vida y la felicidad. Tiene que utilizar en primer lugar su libertad y su inteligencia para descubrir el mundo en el que está colocado. Pero esa enseñanza tiene también un lado negativo, porque la libertad humana no es sin límites. La verdadera sabiduría consiste entre otras cosas en descubrir y aceptar nuestros límites, lo que implica y motiva una confianza en nuestro Creador.
¿Qué es lo que me procura la felicidad? ¿Qué es lo que me la quita?
¿Cómo puedo vivir mi trabajo y demás actividades como una manera de colaborar con Dios?
¿Pueden ser positivos nuestros límites? ¿Qué es lo que nos permite aceptarlos?