Meditación diaria Bíblica

Ten compasión, Señor (ciegos)

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

Mateo nos relata un encuentro con Jesús. En diálogo con él, dos ciegos emprenden el camino de la esperanza. Para ellos el encuentro con Jesús fue una gracia, una sorpresa del Dios que no hace más que amar. Los ciegos son símbolo de la Iglesia que pide y quiere recibir la misericordia que salva. Porque, ¿cómo mirarnos y amarnos como hermanos sin tener los ojos limpios?, ¿hacia dónde caminar sin ver a Jesús que va delante? Búsquedas y encuentros, gritos y respuestas. Así es nuestra vida: avanzar “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” (San Agustín). En las experiencias de silencio o en las experiencias de encuentro con los demás, lo importante es estar abiertos al Espíritu: él nos ofrece sorpresas siempre nuevas.

Mt 9,27-31: ¡Hijo de David, ten piedad de nosotros!


1) Los dos ciegos dan prueba de una auténtica fe: confían en el poder que tiene Jesús para sanarlos. Pero el Señor evita curarlos públicamente porque no quiere que se confunda la finalidad de su venida. Como lo reitera en la despedida, una vez en casa Jesús repite igual que otras veces: “que suceda como ustedes han creído”, o “vete, tu fe te ha salvado”, poniendo en primer lugar nuestra fe y confianza en el poder salvífico del Señor. La respuesta clara y segura de los ciegos es la misma que nos pide a nosotros hoy; y tenemos que entregarla con la misma fuerza y seguridad: “¡Sí, Señor, creo. Creo que eres mi Dios y salvador, que me amas y perdonas!” Y después de esta manifestación de fe, salir como los ciegos a proclamar que el Señor es bueno.

2) Reconozcamos, pues, nuestra ceguera y entreguémonos confiados en las manos del Señor, porque él es la Luz que nos ilumina; gracias a su luz todo nos parece claro y trasparente. Reconozcamos también nuestra capacidad de ver, para así poder ayudar a los que aún caminan por diversos caminos de oscuridad. Digamos, pues, como los dos ciegos: “¡ten compasión de nosotros, Hijo de David!”
Orar es querer ver a Jesús, contemplar su rostro, alegrarnos de verle.