Meditación diaria Bíblica

Una unica familia humana

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

Efesios 2,14-22: Una única familia humana

Cristo es nuestra paz. Ha hecho de los dos pueblos uno solo, destruyendo el muro de enemistad que los separaba. Ha anulado en su propia carne la ley con sus preceptos y sus normas. Ha creado en sí mismo de los dos pueblos una nueva humanidad, restableciendo la paz. Con Dios, ha reconciliado a los dos pueblos por medio de la cruz y destruyendo la enemistad. Su venida ha traído la buena noticia de la paz: paz para vosotros los que estabais lejos y paz también para los que están cerca.; porque gracias a él unos y otros, unidos en un solo Espíritu, tenemos acceso al Padre. Por tanto, ya no sois extranjeros o advenedizos, sino conciudadanos de los que forman el pueblo de Dios; sois familia de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas siendo el mismo Cristo Jesús la piedra angular, en quien todo el edificio bien trabado, va creciendo hasta formar un templo consagrado al Señor, y en quien también vosotros vais formando parte de la construcción, hasta llegar a ser, por medio del Espíritu, morada de Dios. (Efesios 2,14-22)

En el transcurso de la historia los judíos prestaron una atención especial a su especificidad como pueblo de la Alianza. A menudo subrayaban sus diferencias respecto a los pueblos y a las religiones circundantes en distintos ámbitos de la vida para mantener su identidad de pueblo elegido y ser un signo para el mundo. Esta actitud les exponía a veces a la incomprensión e incluso a la hostilidad de los demás.
En el inicio de la historia de la Iglesia san Pablo declara que, gracias a Cristo, el muro que separaba a los pueblos ya no existe. Agobiado por pruebas, Cristo no amenazaba a nadie (1 Pedro 2,23). Mostrando su amor hasta morir en una cruz, «mató al odio» (v. 16). Es Cristo mismo quien hace la paz reconciliando a todos los seres humanos – judíos y paganos – con Dios, y en consecuencia, entre ellos. Así más allá de toda forma de separación y de odio, nace una nueva humanidad en el cuerpo de Cristo.
Ahora bien, según Pablo, este cuerpo es la Iglesia, la comunidad de quienes siguen las huellas de Cristo. Los apóstoles y los profetas (v. 20) son los primeros testigos de Cristo sobre los que se construye esta «casa de Dios». Cada creyente, sin importar su origen, es un miembro pleno de ella. Cuando los cristianos viven en la unidad del amor, la Iglesia crece como un edificio de Dios, un signo visible de su presencia en el mundo.
Este texto abre amplias perspectivas. La realidad de una única familia humana es un don de Dios en la fe. Más allá de las diferencias culturales y económicas, a pesar de las pesadas cargas de la historia, los cristianos pueden y deben dar testimonio de esta unidad en un mundo siempre desgarrado.
- ¿Qué actitud, qué acción, qué iniciativa concreta nos ayudan a superar las barreras de separación que existen en nosotros y a nuestro alrededor?
- «Cristo es nuestra paz». ¿Qué significan para mí hoy estas palabras de san Pablo?
- ¿Qué es lo que ayuda a crecer en la Iglesia local, en nuestro grupo de oración, como lugar de comunión en una sociedad a menudo heterogénea y multicultural? ¿Qué puedo hacer para contribuir a ello?