Meditación diaria Bíblica

Dios salva

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

Deuteronomio 7,7-9

En la Biblia hay pasajes que resumen en pocas líneas una enseñanza fuerte y esencial. Uno de esos pasajes se encuentra en el séptimo capítulo del libro del Deuteronomio. Moisés, dirigiéndose a la asamblea del pueblo de Israel, explica de qué modo Dios «se fijó» en ellos y los «escogió». Dios los «liberó» de la servidumbre y mantendrá su amor en aquellos que «lo amen y guarden sus mandamientos».
«Fijarse», «escoger» significa unir su vida a la de otro. Es compartir la suerte de alguien porque queremos su bien, porque su futuro cuenta para nuestros ojos. Lo que ha motivado ese apego a Dios, dice Moisés, ha sido el amor, un amor que sabe mirar más allá de las apariencias, pues Israel no era un pueblo poderoso o prestigioso, sino más bien modesto, «poco numeroso» dice el texto a continuación.
«Liberar»: Dios ha mostrado su amor a través de un cambio radical de destino, a través de un acto de liberación. En el momento en que el pueblo habría podido desaparecer en los meandros de la historia, su vida se transformó de repente y fue liberado. Moisés dice que Dios mantuvo así «el juramento que juró a vuestros padres» (v. 8), referencia al libro del Génesis y a la historia de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Este amor no dura un instante, sabe perdurar y permanecer.
«Amar a Dios y guardar sus mandamientos.» Para que haya amor verdadero, tiene que haber reciprocidad. El amor de Dios llama a dar una respuesta. Esa respuesta, según las palabras de Moisés, tiene dos vertientes. Por un lado, «amar a Dios»: ser amado por Dios conduce a reconocer el amor, a amar la fuente viva de todo amor, que es Dios mismo. Por otro lado, «guardar sus mandamientos»: dejarse amar por Dios conduce a amar a los demás, a amar como él ama. En la Biblia, las llamadas a amar a Dios y al otro estarán siempre ligadas, como lo atestigua ese texto, el recuerdo de un pueblo precario que sin embargo es amado salvado. Y es por eso que el amor de Dios se reconoce primeramente en nuestra actitud hacia el débil, hacia los indefensos.
¿En qué acontecimientos, en qué personas, puedo ver huellas de la acción liberadora de Dios?
¿Dónde podemos reconocer el amor de Dios en nuestra vida? ¿De qué modo este amor crece en nosotros?
En mi alrededor, en mi entorno o en mi barrio, ¿quién es «débil» o «indefenso»?