Meditación diaria Bíblica

Reanima el Don de Dios

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

2Timoteo 1,3-12

«Reanima el don de Dios que está en ti», escribe San Pablo a su querido colaborador, Timoteo. En cada uno de nosotros Dios ha depositado un don. Pero, como las brasas que arden bajo la ceniza, a veces, el don de Dios queda escondido. El desafío es desvelarlo.
Por medio de la oración, podemos comenzar a discernir el don que Dios ha depositado en nosotros. En el silencio de nuestro corazón, descubrimos que Dios no nos pide otra cosa que acoger el don de su amor.
Pero es cierto también que otros pueden despertar en nosotros el don de Dios. Cuando nos miramos a nosotros mismos, puede ocurrir que sólo veamos aquello que nos falta. Esto nos conduce al desánimo. La mirada de confianza de otro puede transformarnos. Así es como Timoteo ha descubierto su vocación. Él era joven cuando comenzó a trabajar con Pablo (1 Tim 4,12), de temperamento más bien tímido (2 Tim 1,8). A pesar de ello, por la mirada de confianza de Pablo, Timoteo fue capaz de ir mas lejos de lo que pudo imaginar. Tan lejos que se convirtió en un verdadero apoyo para Pablo, que se encontraba en prisión (2 Tim 1, 4-5).
Quien despierta en nosotros el don de Dios, es Dios mismo. Dios cree en nuestra humanidad. El hace confianza lo que nosotros somos. Es él mismo quien nos ha dado «un espíritu de fuerza, de amor y de templanza» (2 Tim 1, 7).
Pero cada don comporta una llamada. Ahora Timoteo está llamado a dar su vida por el Evangelio. Podrá hacerlo si, junto con aquellos que le han precedido (ver. 2 Tim 1,5), pone su confianza en la fuerza de Dios (2 Tim 1, 8). La fuerza de Dios es la resurrección, que hace brillar la vida incluso en el sufrimiento y que nos da la fuerza interior parar atrevernos a dar la vida por los demás.
¿Cómo despertar en mí el don de Dios?
¿Quiénes son para mí aquellos que han sido un apoyo a lo largo del camino?
¿Cómo comprendo yo estas palabras: «No es un espíritu de miedo el que Dios nos ha dado, sino un espíritu de fuerza, de amor y de templanza»? Timoteo 1,3-12
«Reanima el don de Dios que está en ti», escribe San Pablo a su querido colaborador, Timoteo. En cada uno de nosotros Dios ha depositado un don. Pero, como las brasas que arden bajo la ceniza, a veces, el don de Dios queda escondido. El desafío es desvelarlo.
Por medio de la oración, podemos comenzar a discernir el don que Dios ha depositado en nosotros. En el silencio de nuestro corazón, descubrimos que Dios no nos pide otra cosa que acoger el don de su amor.
Pero es cierto también que otros pueden despertar en nosotros el don de Dios. Cuando nos miramos a nosotros mismos, puede ocurrir que sólo veamos aquello que nos falta. Esto nos conduce al desánimo. La mirada de confianza de otro puede transformarnos. Así es como Timoteo ha descubierto su vocación. Él era joven cuando comenzó a trabajar con Pablo (1 Tim 4,12), de temperamento más bien tímido (2 Tim 1,8). A pesar de ello, por la mirada de confianza de Pablo, Timoteo fue capaz de ir mas lejos de lo que pudo imaginar. Tan lejos que se convirtió en un verdadero apoyo para Pablo, que se encontraba en prisión (2 Tim 1, 4-5).
Quien despierta en nosotros el don de Dios, es Dios mismo. Dios cree en nuestra humanidad. El hace confianza lo que nosotros somos. Es él mismo quien nos ha dado «un espíritu de fuerza, de amor y de templanza» (2 Tim 1, 7).
Pero cada don comporta una llamada. Ahora Timoteo está llamado a dar su vida por el Evangelio. Podrá hacerlo si, junto con aquellos que le han precedido (ver. 2 Tim 1,5), pone su confianza en la fuerza de Dios (2 Tim 1, 8). La fuerza de Dios es la resurrección, que hace brillar la vida incluso en el sufrimiento y que nos da la fuerza interior parar atrevernos a dar la vida por los demás.
¿Cómo despertar en mí el don de Dios?
¿Quiénes son para mí aquellos que han sido un apoyo a lo largo del camino?
¿Cómo comprendo yo estas palabras: «No es un espíritu de miedo el que Dios nos ha dado, sino un espíritu de fuerza, de amor y de templanza»?