Meditación diaria Bíblica

Acaricia y bendice a los niños

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB 

 

 

“De los que son como los niños es el Reino de Dios” (Mc 10,14)

Las cosas bellas empiezan a nacer en el corazón de un niño. El don de Jesús se convierte en ellos en una fuente de gracia para todos. Acércate a los pequeños, míralos con cariño. Poco a poco te descubrirás tu propio rostro.

Mc 10,13-16: Acariciaba y bendecía a los niños


Santiago finaliza su carta formulando una serie de exigencias a la comunidad desde realidades concretas como enfermedad y reconciliación, en las cuales ella debe tener en cuenta su experiencia con Cristo resucitado. Un elemento primordial que alimenta y fortalece tal experiencia es la oración. Santiago, afirma que la oración hecha con fe, sana. Nuestra oración ha de ser una súplica confiada, no vacilante, que desnude nuestras más profundas necesidades, nuestros más grandes retos y esperanzas. Que nos lleve a vivir un contacto real y vivificante con el Resucitado y nos permita ir creciendo cada vez más en nuestra com****tración con él. El simple hábito de mascullar una serie de rezos con los labios mientras la mente divaga por cualquier parte, dista mucho de ser realmente oración. De ahí el desprestigio que suele rondar a personas supuestamente muy devotas que viven rezando, pero cuya vivencia práctica del mensaje cristiano deja mucho que desear.

Jesús va abriendo en su ministerio caminos de encuentro con Dios Padre que llevan constantemente a que sus discípulos, formados en los ambientes religiosos del judaísmo, se escandalicen por la forma como actúa su Maestro y se resistan a ver y escuchar la liberación que él lleva a cabo en medio de los marginados y excluidos de su momento histórico. Acoger a los niños era acoger la realidad de uno de los tantos grupos que en el judaísmo no contaban para la sociedad, pero que en cuyos corazones ya se comenzaba a intuir la realidad del reino de Dios; porque, dentro de su simplicidad, su sinceridad y su capacidad de amar sin dobleces, en ellos estaba ya presente la esperanza de un futuro en el que tendrían plena participación y significación por su valor supremo como personas. No descuidemos a los que el Señor tanto amó y de quienes «es el reino de los cielos».