Meditación diaria Bíblica

Debilidad humana y poder Divino

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

"Pues cuando estábamos todavía sin la fuerza de Cristo en el tiempo marcado murió por los impíos" Romanos 5,6

 

Es palabra “fuerza” es bastante sugestiva. Evoca varias cosas, como la musculatura del hombre, sus éxitos deportivos, su vitalidad. Nos puede hacer pensar también en las autoridades que nos gobiernan, en los hombres bien colocados en la jerarquía social, en el poder del dinero, en las fuerzas del orden. Un general francés de gran renombre quiso dotar a nuestro país de “fuerza” de choque (disuasiva).

 

Nuestro texto no habla de esta suerte de “fuerza”, sino de otra. No es cuestión aquí del aspecto físico sino del moral y espiritual. En efecto es innegable que el hombre en medida de luchar contra todas las formas del mal. Estáis sin fuerza ante el pecado. Os convenzáis vencidos y esclavos de vuestra debilidad  e impotencia. Vuestra conciencia es ruda en la prueba. A pesar de la enseñanza religiosa recibida durante vuestra infancia, vuestro corazón sigue vacío.

 

Alguien declaró que la ciencia del hombre había logrado enviar a un cosmonauta a la luna, pero a su vuelta a la tierra, ningún cambio profundo tuvo lugar. Los problemas estaban siempre ahí: guerras, hambres, enfermedades etc....

 

La Biblia en 2 Timoteo 3,5: El hombre tiene la apariencia de la piedad pero niega lo que de hecho es “fuerza". El Cristianismo no es una etiqueta, algunas lecciones de moral, palabras de consuelo para los débiles, sino un poder de vida y liberación. El apóstol Pablo dice en los Efesios 1,19-20: "Dios ha desplegado su fuerza en Cristo resucitándolo de los muertos." Estáis sin “fuerza” pero Dios tiene el poder, la fuerza de resucitaros con Cristo, haceros criaturas nuevas.


Una oración para hoy


Señor, reconozco que estoy “sin  fuerza” ante el mal, sobre todo el que se halla en mi corazón. Quiero aceptar, hoy, este plan maravilloso de Dios en mi favor. La victoria de Cristo es también mi victoria. Te doy gracias, Señor, por haberme amado tal y como era. Amén.