El Pan de tu Palabra
Lc 7,1-10

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Los hombres están ávidos de lo sensacional, el primer milagro de Caná impresionó a todas las gentes, somos muy dados a lo sensacionalista.
El funcionario igual que nosotros nos vemos esperando que Dios domine lo imposible: sufrimientos, enfermedades, la muerte. Jesús dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis.». Jesús esquiva lo “maravilloso, lo que desea es encontrar personas que confíen totalmente en él, con una fe desnuda, sin argumentaciones: creer sin necesidad de los signos ni de prodigios, creer sin milagros… creer sin ver…
En los comienzos de la vida espiritual, sucede a menudo que el hombre encuentra satisfacciones interiores bastante intensas que le sirven de punto de apoyo. Se es feliz rezando. La meditación es un goce. La oración es percibida como algo buena y nutritiva. Incluso, a veces, a una intensa plegaria le siguen dichosos acontecimientos, que interpretamos como signos de Dios… y aún decimos: “es un milagro”. Pero, habitualmente, la vida en Dios está despojada de todas estas satisfacciones sensibles. Es la “noche”. Es tiempo de purificación de la fe. El gran salto en lo desconocido.
El funcionario creyó en la palabra, sin poderla verificar… Se fue. No tenía ninguna prueba. Tenía solamente la palabra de Jesús.
Ante todas las promesas que nos hace el Señor, nos encontramos en la misma situación. Ante su promesa esencial: la vida eterna, la redención total y definitiva, la victoria del amor, la supresión de todo llanto y de todo sufrimiento, la resurrección, la vida dichosa junto a Dios en la claridad…. Ante todas estas promesas ¡hay que cree en su palabra! En la fe, en el salto de la fe, en la confianza ilimitada de la fe. Demos decir como Pedro: “Señor, a quien iremos, Tú tienes palabras de vida eterna”.