El Pan de tu Palabra
Mc 6,17-29

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

v. 17 Porque el tal Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado.

Herodes priva a Juan de su libertad, impidiéndole continuar su acti¬vidad; la medida de Herodes no hace caso de la opinión del pueblo, que veía en Juan un enviado divino. Sin embargo, aunque es Herodes quien da la orden de encarcelar a Juan, otra persona lo ha instigado a hacerlo, Herodías, mujer de su hermano Filipo, a la que Herodes había tomado por esposa.

vv. 18-19 Porque Juan le decía a Herodes: «No te está permitido tener como tuya la mujer de tu hermano». Herodías, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería quitarle la vida, pero no podía...

Juan no era parcial con los poderosos y denunció esa injusticia. La frase no te está permitido apela a la Ley, que prohíbe ese matrimonio (Ex 20,17; Lv 18,16; 20,21). La más sensible a esta denuncia es Herodías, la adúltera. La denuncia de Juan desacredita ante el pueblo al poder políti¬co y puede crear una fuerte opinión popular contraria a Herodes que provoque la intervención romana o que decida a Herodes a despedir a Herodías. Esta teme por su posición y su poder; Juan es una amenaza para ella.

v. 20: porque Herodes sentía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba muy indeciso, pero le gustaba escucharlo.

Herodías se propone quitar la vida a Juan, pero hay un obstáculo a su propósito, el temor que siente Herodes por Juan, al que considera un hombre justo, es decir, de conducta agradable a Dios y aprobada por él, y santo o consagrado por Dios, un profeta. Conociendo la hostilidad de Herodías, Herodes protege a Juan de sus maquinaciones y no consiente darle muerte. Es más, se siente atraído por Juan, habla familiarmente con él y lo escucha con gusto, aunque no deje de exigirle que se separe de Herodías. Cogido entre el influjo de ésta y el discurso de Juan, Herodes queda irresoluto. El peligro para Herodías es extremo; ella no respeta al profeta, es el prototipo de la impiedad.

El episodio de la muerte de Juan tiene dos lecturas paralelas. Mc lo desarrolla en un plano narrativo, pero dejando ver a través de él un segundo plano, en el que los personajes adquieren un carácter represen-tativo. Los notables judíos de Galilea han renunciado a la idea de un Mesías enviado por Dios; tienen al pueblo sometido y lo utilizan para ganarse el favor del rey ilegítimo. Son ellos los principales responsables de la muerte de Juan Bautista.

v. 21 Llegó el día oportuno cuando Herodes, por su aniversario, dio un ban¬quete a sus magnates, a sus oficiales y a los notables de Galilea.

El día oportuno es la ocasión propicia para que Herodías cumpla su designio de matar a Juan (6,19). Todo lo que sigue está, por consiguiente, preparado por ella. El banquete de cumpleaños era para los judíos una costumbre pagana (Gn 40,20; Est 1,3). Se celebra la vida de Herodes, el poder absoluto, y con él la celebran los representantes de todos los esta¬mentos del poder. Los magnates son probablemente los gobernadores de distrito, poder político asociado y dependiente del de Herodes; los oficia¬les son los jefes de las cohortes, poder militar al servicio de Herodes; los notables de Galilea son los miembros de la aristocracia judía, poder econó¬mico aliado con Herodes.

En el plano representativo, al adulterio público de Herodes y Herodías corresponde la infidelidad a Dios de los dirigentes judíos, llamada «adulterio» en el lenguaje de los profetas: los notables de Galilea están en el banquete de Herodes, perseguidor de Juan, reconociéndolo por rey legítimo. Estos son «los herodianos» (3,6; 8,15; 12,13). La figura de Herodías, la adúltera, representa a estos dirigentes.

vv. 22-23 Entró la hija de la dicha Herodías y danzó, gustando mucho a Hero¬des y a sus comensales. El rey le dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró repetidas veces: «Te daré cualquier cosa que me pidas, incluso la mitad de mi reino».

Aparece otro personaje, la hija de Herodías, sin nombre, que se defi¬ne por su madre: no tiene personalidad propia. El oficio de bailarina en un banquete era propio de esclavas y la hija de Herodías se presta a actuar como tal; danza para divertir a Herodes y a sus invitados; humi¬llante adulación al poder. La muchacha está en edad de casarse. Represen¬ta al pueblo sin voluntad propia y juguete en manos de los dirigentes (los paralelos con la hija de Jairo: 5,35 y 6,22: hija; 5,41.42 y 6,28: muchacha, muestran que la madre representa a la clase dirigente y la hija al pueblo sometido).

Herodes, muy complacido, se compromete solemnemente a dar un premio a la muchacha, dejándolo a su arbitrio. De aquí en adelante des¬aparecen los nombres propios: Herodes es el rey; Herodías, la madre, subrayando el carácter representativo de los personajes. El rey se consi¬dera dueño de todo y con poder para todo (cualquier cosa que me pidas); aunque sea la mitad de mi reino (cf. Est 5,3.6), promesa desmesurada.

v. 24: Salió ella y le preguntó a su madre: «¿Qué le pido?» La madre le con¬testó: «La cabeza de Juan Bautista».

La muchacha no tiene voluntad propia; mostrando su total depen¬dencia, va a preguntar a su madre, que ha urdido toda la trama. La pro¬mesa se hizo a la hija, pero decide la madre, que busca sólo su propio interés: eliminar a Juan. Su adúltera participación en el poder vale más que la vida del profeta. Por medio de su hija, somete a Herodes. No quiere la mitad del reino, quiere todo el reino.

v. 25: Entró ella en seguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

Mc subraya la inmadurez de la joven: entra en seguida, a toda prisa, sin criticar ni juzgar la decisión de la madre ni considerar si era o no favora¬ble para ella: es una esclava de su madre. Exige (quiero) que se cumpla su petición sin tardar (inmediatamente). El banquete de aniversario, que pre¬tendía celebrar la vida, se convierte en un banquete de muerte (en una bandeja).

vv. 26-28: El rey se entristeció mucho, pero, debido a los juramentos hechos ante los convidados, no quiso desairarla. El rey mandó inmediatamente un ver¬dugo, con orden de que le llevara la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, le llevó la cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha: y la muchacha se la dio a su madre.

En el poder civil hay un resto de humanidad; Herodes estimaba a Juan y sabe que lo que le piden no es sólo una injusticia, sino un desprecio a Dios (6,20: «justo y santo»); pero un rey no puede quedar en mal lugar, perdería su prestigio. Por encima de lo humano están los intereses del poder. Ninguna reacción por parte de los invitados: al rey le está per-mitido todo, es dueño de la vida de sus súbditos. La joven da la cabeza a la madre, quedándose sin nada. La madre consigue su propósito, acallar definitivamente la voz del Bautista.

Se deduce que Juan no había denunciado solamente el adulterio per¬sonal de Herodes, sino también el connubio entre los dirigentes judíos y el poder del tetrarca. La muerte de Juan a manos del poder civil, por ins¬tigación del poder judío (Herodías), preludia la muerte de Jesús.

v. 29: Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

Los discípulos de Juan entierran el cadáver: todo ha terminado, inclu¬so para sus discípulos; un cadáver no tiene vida ni futuro. No habrá con¬tinuación. Como los discípulos de Juan no siguen a Jesús, no pueden hacer más que dar testimonio del fin de su maestro.

El fin de Juan se narra cuando Jesús va a manifestarse como Mesías y, para eso, ya no hace falta más preparación. Los Doce, por su parte, están preparando al pueblo para un proyecto vano, pues Jesús no va a restaurar a Israel.