El Pan de tu Palabra
Lc 12,32-48

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

El miedo es lo contrario a la fe (Lc 8,24-25.50). El temor de Dios es tener cuenta de su paternidad en nuestra vida diaria.
La Iglesia permanecerá siempre como un pequeño rebaño y no tendrá nunca el pretexto para ser fuerte. Tantas ovejas junta nunca temerán al lobo.
Nuestra verdadera necesidad es lo que resuelve todos nuestros problemas, y se hijos del Padre: este es el reino que él nos ha dado en Jesús.
El evangelio tiene en cuenta a los cristianos que viven en una historia concreta donde hay bienes y dinero, ricos y pobres. La solución propuesta no es rechazar los bienes como si fueran malos, sino el hacer el uso opuesto al dictado de l miedo a la muerte. De este modo se vuelve a ser como Dios los había pensado: de la posesión de una heredad que divide a los hermanos (Lc 12,13) y lleguen a ser don que los une entre ellos y el Padre.
Lucas,en la línea del Antiguo Testamento, propone a los cristianos la limosna como solución para vivir con justicia de un modo injusto (Lc 3,11; 5,11-28; 6,30; etc.). La limosna puede interpretarse mal por quien contrapone justicia y caridad y ve la limosna como un aval de la injusticia. Pero en la lengua hebrea la limosna (sedaqah) significa propiamente justicia.
Para la Biblia no es justo que uno posea y el otro esté en la penuria, porque somos hermanos. Y si somos hermanos e hijos del mismo Padre, los derechos y los deberes no son iguales: los derechos son proporcionados a lo que uno no tiene, los deberes a cuanto uno tiene.
La limosna bíblica es exigencia de una justicia superior, dictada por la misericordia. El evangelio exige una moralidad nueva. Por consiguiente nuestra acción tiene un nuevo fundamento: el comportamiento de Dios Padre.
Jesús prohíbe a sus discípulos llevar bolsas para las riquezas de este mundo (Lc 10,4; 22,35). Ahora les manda hacerse bolsas para meter las riquezas del reino de Dios. En estas bolsas se pone sólo lo que se tira fuera, y se acumula sólo lo que se da.
Quien acumula tesoros para sí pierde la vida y no arriesga la riqueza de Dios que es rico en misericordia (Ef 2,4). El tesoro verdadero no es lo que tenemos, sino lo que damos.
El error del hombre es no tener el corazón donde está el tesoro: Dios.
La enseñanza sobre la fugacidad e inseguridad de los bienes terrenos ha reportado la atención hacia el reino de Dios y los tesoros del cielo.

Los cristianos deben estar prontos para la venida inesperada de Jesús. Es para ellos como un punto constante de referencia para estar vigilantes en su responsabilidad y su dedicación al reino de los cielos. Jesús es el guía invisible de la Iglesia; ninguno sabe cuándo se manifestará abiertamente, pero todos saben que está presente la máxima colaboración por parte de cada uno. La inseguridad del retorno del Señor debe tener constantemente atención y trabajo de sus cristianos.
El siervo fiel debe dar prueba de esperar a su dueño también en las horas insólitas, cuando normalmente todos duermen. El sacrificio puede aparecer grande, pero la recompensa será aún mayor. El reclamo a la venida del Señor es esencial en el evangelio. La vida del cristiano es una espera del Señor que viene. El creyente es aquel que sabe esperarlo. Vigila en la noche del mundo para resplandecer con sus obras la luz de Dios.
La cintura en los flancos se lleva en el trabajo, servicio y viaje prescrito para la cena pascual (cfr Es 12,11). Esta es la adhesión correcta para aguardar al Señor. No es necesario guardarlo para el cielo, sino testimoniarlo en la tierra (cfr Hch 1,11). El Señor que viene y toca a la puerta es una alusión a la eucaristía; el Señor se invita a nuestra casa: “He aquí, que estoy a tu puerta y llamo. Si alguno escucha mi voz y me abre la puerta, lo veré, cenaré con él y él conmigo" (Ap 3,20).Su venida final se vive diariamente en la cena eucarística. La felicidad del cristiano es vivir una vida pascual, cuya fuente es la eucaristía (cfr Lc 14,15), donde la historia de Jesús se hace nuestro presente y nos introduce en nuestro futuro.
La existencia cristiana es una espera del Espíritu que viene a tomarnos definitivamente consigo. El cristiano no tiene aquí su patria. La casa de su nostalgia es la de ser un Extraño y Peregrino en la tierra (cfr 1Pt 2,11) y no tiene aquí una ciudad estable y futura ( cfr Heb 13,14). "Nuestra patria está en los cielos y de ellos esperamos al Salvador Jesús (Fil 3,20).Su vuelta será en la noche, figura de la muerte personal.
El creyente, día tras día, no se detiene ante el Señor, no se distrae, no pierde la confianza del encuentro feliz con él.
La necesidad de la vigilancia aparece de nuevo en la parábola del ladrón y de sucesiva exhortación. Hay que saber esperar al Señor con el mismo compromiso que se exige para prevenir el hurto (v. 39). También para los responsables de la comunidad se mira la posibilidad de un servicio fiel e inteligente o de un comportamiento irresponsable o despótico. Como en la ausencia del dueño los siervos corren el riesgo de aprovecharse, así también el administrador cabeza de la esclavitud puede descuidar sus obligaciones puede faltar a su deber de dar a cada siervo el sustento necesario.
El tiempo actual exige un gran sentido de responsabilidad.. Quien hace depender su vida de las cosas que tiene, considera la muerte como un ladrón. Quien espera al Señor considera la muerte como el encuentro deseado con el Esposo. Toda la vida es una preparación para este encuentro.
El hombre no es el que posee, sino un administrador de los bienes no propios. Todo lo que es y tiene es don de Dios, y así debe ser. El administrador fiel y prudente es el que comprende la voluntad de Dios y la pone en práctica. Los jefes de la comunidad son responsables sobre todo de que no falte el pan, el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía. Son siervos de los hermanos y de su fe, no dueños.
La recompensa del administrador fiel y prudente es tener como don todo cuanto pertenece a Dios, Dios mismo. Esta es la vida eterna.
Cada uno es responsable en proporción del conocimiento de la voluntad de Dios. También quien cree haber recibido tanto, se le exigirá. El cristiano está llamado a tomar conciencia seriamente de sus responsabilidades ante Dios y los hermanos.