El Pan de tu Palabra
Lc 12,13-21

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Esta parábola describe al hombre que hace consistir la propia seguridad en la acumulación de bienes. Cristo y sus discípulos , por el contrario, ponen su seguridad en el amor del Padre. Su vida no está en los bienes, sino en aquel que los da: Dios. Los bienes de este mundo no deben ser ni adorados ni demonizados: se usan según la voluntad del Donador.
Con la acumulación de bienes el hombre cree asegurarse la felicidad y una vida larga. Pero haciendo así se revela despreciado, porque no ha puesto en cuenta la incógnita de la muerte. Ha razonado como si fueses dueño de la propia vida, del mismo modo que se cree dueño de su recolección.
La dramaticidad de la situación está a punto en la extrema inseguridad de la vida. Al lado de los graneros se pueden colocar todos los otros bienes: la salud, el poder, el dinero. No cuenta nada para vivir bien porque la duración de la vida no depende de estas cosas.

El problema suscitado por esto deviene una ocasión de enseñanza para todos, porque todos somos víctimas del mismo mal.
Lo que separa a los hermanos es la separación de lo que , por sí, debería unirlos: los bienes de la tierra, que son dones de Dios para la fraternidad y la condivisión del amor. Esta es la causa de todas las guerras, luchas sindicales y sociales y de herencia. El amor por las cosas de las que se apropian sustituye al del Padre y a los hermanos.
Este litigio por la herencia es el emblema de la situación humana: olvidar al Padre y así los hombres litigan por robar. La avaricia de vida, nacida del miedo a la muerte, transforma de raíz el odio y la muerte de lo que en realidad es don de amor. De este modo se ha trastornado el sentido de la creación.
La contrapropuesta que Jesús hace es igualmente centrada en la acumulación de tesoros, pero no para sí, sino para enriquecerse ante Dios (v. 21). La riqueza que cuenta es la acumulada en los cielos y se constituye por los bienes del espíritu, la rectitud, la justicia, la caridad. En el capítulo 16 de este evangelio Jesús nos enseña: “Procuraos amigos con la riqueza deshonesta, para que, cuando falte, os acojan en las moradas eternas" (v.9). En definitiva se es rico sólo cuando se da.
El destino del hombre depende del uso correcto de las criaturas: o son medios para amar a Dios y al prójimo o se convierten en fin y subterfugio de Dios.
El proyecto del hombre que no conoce el amor del Padre es crecer para tener siempre más y más. Cuanto más se tiene más aumenta el deseo de tener. La estulticia llega a su culmen cuando nos complacen los bienes, y se hacen de ellos la propia seguridad y vida. Del uso de estas cosas materiales deriva la realización o el fracaso del hombre.
Los bienes del mundo dan la muerte cuando se acumulan por miedo a la muerte; dan la vida cuando se participan con los hermanos por amor del Padre.