El Pan de tu Palabra

Mt 10,34-11,1

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

No penséis que he venido a traer paz a la tierra... he venido a traer espada...

Porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre... El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.

Esta frase no significa, evidentemente, que podamos ser negligentes en atender y amar a nuestros padres: en otros lugares del evangelio Jesús insiste para que muestro amor hacia ellos sea real y se traduzca en actos concretos de ayuda mutua y de justicia (Marcos 7, 11).

Estas frases no deben pues utilizarse para justificar nuestro temperamento desabrido o violento... o bien para excusar una incapacidad personal, de hijo egoísta, que nos impediría amar sinceramente a los nuestros o a aquellos con los que convivimos.

No, estas frases se refieren a ciertas circunstancias en nuestra existencia, en las que hay que decidirse y tomar partido por Dios y por su causa, por Jesús: ser buen cristiano y seguir a Jesús, puede provocar la oposición de nuestros deudos... En este caso, ¡Jesús nos pide que seamos capaces de preferirlo! "El que quiere a su padre o a su madre más que a mí..."

Es, ciertamente, una cuestión de amor, de preferencia: hay casos en los que estamos obligados a tomar una decisión por o contra Dios.

Siguiendo a Jesús, no hay que dudar en esos casos. Todos los lazos terrestres, aun los más sagrados, como los de la familia, de la sangre, del ambiente, deben pasar, entonces a un segundo plano.

-El que conserve su vida, la perderá.

Y el que pierda su vida "por mí... la conservará.

La "vida" es el mayor bien.

Jesús afirma aquí una de las leyes fundamentales de la existencia: no hay que estar pendiente de la propia vida, no tratar de poseerla para sí en una especie de ansia egoísta...

Hay que salir de sí mismo, ir más allá, superarse. En el olvido de sí mismo es donde se halla la verdadera "vida", la verdadera felicidad, el verdadero crecimiento y plenitud. La Palabra de Jesús no tiene pues ningún aspecto negativo, ni triste ni punible: es una palabra de luz y de alegría. "Dando" su propia vida, como Jesús, uno "encuentra la vida" y esta vida, que se encuentra de nuevo es mucho más valiosa que la simple vida terrestre: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10, 10).

Cada misa es el memorial y la renovación del don que Jesús hizo de Sí mismo antes de pedirnos que esta actitud sea también la nuestra: "He aquí mi vida entregada por vosotros, he aquí mi cuerpo y mi sangre entregados por vosotros...".

¿Cómo voy, desde HOY, a entregar mi vida?

-El que recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. Y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de esos humildes... no perderá su recompensa.

¡La acogida! ¡Ser acogedor! Es la forma sonriente del amor. Es el don más sencillo y el que con más frecuencia se puede practicar siempre, incluso cuando se es muy pobre y no se tiene otra cosa que dar. A lo menos, siempre se puede hacer esto: cuidar que sean siempre acogedores y amables nuestro trato y nuestras relaciones humanas.

Jesús ha evocado tres clases de miembros de la comunidad:

los profetas -los que tienen una responsabilidad en la comunidad-;

luego los justos -los que no tienen más que su vida justa y honrada a ofrecer como modelo-...,

en fin, los pequeños -los que no tienen ninguna responsabilidad en la comunidad. Es la cima y la conclusión de todo ese discurso apostólico de Jesús.