El Pan de tu Palabra

Mt 10,7-15

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

La predicación de los apóstoles retoma y continúa el anuncio del reino de los cielos hecho por Jesús (4,17) y por el Bautista (3,2). Tal anuncio  se hace con la palabra (v. 7), con las acciones de bien (v. 8a) y con el testimonio de la vida (vv. 8a-10).

El testimonio de la vida consiste en la gratuidad. Los enviados de Dios no trabajan por el propio honor, ni por la propia grandeza, ni para el propio enriquecimiento.

El desinterés es ciertamente la prueba más grande de la bondad de la causa que ellos promueven (1Cor 9,18; Hch 20,33; 1Tm 3,8; etc.).

Los anunciadores del evangelio no deben pedir nada y no deben tomar nada para el viaje. La motivación es ésta: el reino de los cielos se anuncia a los pobres y pertenece a los pobres (Mt 5,3)  y por tanto puede ser anunciado de modo creíble sólo por aquellos que demuestran haberlo ya acogido en la propia vida siendo pobres. Jesús es pobre (Mt 8,20).

La pobreza y el despego de las preocupaciones materiales es la demostración que se ha entendido  y aceptado el evangelio de la paternidad de Dios (Mt 6,32-33). El misionero debe presentarse a los hombres como humilde y despejo exigido a quien quiere anunciar de modo coherente los contenidos del sermón de la montaña.

A donde el apóstol llegue, debe hacerse una persona digna para que le dejen alojamiento (v. 11), es decir, un lugar que no dañe a la predicación que la harán vana.

La misión comienza con el augurio de la paz. En el lenguaje del Antiguo Testamento la paz es sinónimo de bienestar material y espiritual; en el Nuevo Testamento significa la salvación traída por Cristo mismo (Ef 2,14).

El eventual rechazo de anunciador y de sus palabras no debe desalentar al apóstol ni detenerlo en  la acción misionera: irá  a todos sitios para llevar el don de la salvación.

El gesto de sacudirse el polvo de los pies es una maldición: es un signo de despego y de protesta. Era el gesto que todo israelita cumplía entrando en Palestina de un lugar pagano, como gesto total de separación. Así como los enviados lo hacen en Israel y esto gesto significa que las ciudades y pueblos de Israel que rechazan a los apóstoles de Jesús se consideran como territorio de paganos, excluidos de la comunión y de la salvación con el pueblo de Dios.

Cuando el apóstol ha cumplido su misión en un lugar, no debe cerrarse: no tiene tiempo que perder. El tiempo es así  poco y el anuncio tan importante que el apóstol debe ir expeditamente por las ciudades y pueblos, como hacía Jesús (Mt 9,35).

Lucas reporta también la orden de Jesús: “No saludéis a nadie por el camino" (10,4) para subrayar la urgencia de la misión (cfr 2Re 4,29).

El deber del misionero es presentar el anuncio claro y convincente, y después confiarlo a la libertad y a la responsabilidad de los  oyentes.

Las ciudades de Sodoma y Gomorra son el símbolo de la violación de los deberes sagrados de hospitalidad (Gen 19,8). Las ciudades que no hospeden a  los enviados de Cristo serán tratados más duramente que Sodoma y Gomorra en el día del juicio.