El Pan de tu Palabra

Mt 9,1-8

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Al episodio de la liberación de los ende los endemoniados sigue el milagro del perdón y de la curación del paralítico. Mateo traslada todos estos particulares de la llegada y va a lo esencial: la fe. Es siempre y sólo la fe lo que cuenta. 

Jesús no tiene el poder sólo sobre las enfermedades, las fuerzas de lo creado y los demonios, sino que tiene el poder de perdonar los pecados. La salvación consiste en la remisión de los pecados (Mt 1,21; Lc 1,77). Y Jesús es el salvador que perdona los pecados.

El pecado es una ofensa a Dios y por tanto sólo Dios puede perdonarlo. Jesús es Dios convertido en hombre que perdona aquí en tierra los pecados. Lo dice explícitamente al paralítico: " Tus pecados te son  perdonados". Jesús es el  hijo del hombre al que le han sido todos los poderes, la gloria y el reino" (Dan 7,14). Tiene en la tierra el poder de perdonar los pecados.

A juicio de los escribas Jesús blasfemia porque es un hombre que se arroga el poder de Dios.

La capacidad de Jesús de conocer sus pensamientos es una prerrogativa divina. Esta capacidad suya confirma que él es Hijo de Dios y por tanto tiene el poder de perdonar pecados.

También en esta página del evangelio se manifiesta la bondad misericordiosa de Dios. Las palabras de Jesús: "Valor, hijito, tus pecados te son personados” dan al pecador la certeza de estar ya perdonado y la sorpresa feliz de ser amado y entendido por Dios en la humillación de su pecado.

A diferencia de los escribas conocedores de la palabra de Dios, la gente sencilla glorifica a Dios porque le ha dado Dios el poder de perdonar los pecados. 

Mateo escribe su evangelio cuando la Iglesia ejercía ya desde hace tiempo el poder divino de “legar y elegir" (Mt 16-19), el poder de perdonar o no perdonar los pecados (Jn 20,23).

La remisión de los pecados es readmisión del culpable en la familia de Dios, es acogida en casa. El mandato de Jesús al paralítico: "Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa" se dirige a cada hombre perdonado y curado porque retorna a la casa del Padre (cfr Lc 15,18).