El Pan de tu Palabra

Jn 20,24-29

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Juan, tras haber descrito el primer encuentro con Jesús con los suyos la tarde de Pascua, se apresura en precisar que Tomás estaba ausente cuando vino Jesús (v. 24). Este hombre muy concreto (cfr Jn 11,16; 14,5) quiere ver con sus ojos y tocar con sus manos; no creerá hasta que no haya visto la señal de sus manos de Jesús y colocado el dedo en su costado. Esta frase del apóstol se abre por el verbo ver y se cierra por el verbo creer. Declara abiertamente: "Si no veo y no toco, no creo".

En la segunda aparición a los discípulos en el cenáculo, 8 días después, Jesús, después de haber saludado a los amigos con el don de paz, se dirige al apóstol no creyente exhortándolo a que tocara sus heridas para creer. En esta invitación el Señor toma casi al pie de la letra las palabras de Tomás, haciéndole observar el verbo ver, porque el apóstol tiene delante de sí al Señor.

La exhortación del Señor a no ser incrédulo sino creyente, encuentra la respuesta en la profesión de fe de Tomás que reconoce en Jesús al Señor Dios. El adjetivo “mío” delante del Señor y Dios denota un acento de amor y de pertenencia.

En su réplica a las palabras de Tomás, Jesús dirige la mirada a los futuros apóstoles o discípulos que no se encuentren  en las condiciones del apostolado, porque no tendrán la posibilidad de ver al Resucitado: los futuros discípulos que crean sin haber visto son proclamados felices (v. 29). La frase de Jesús a Tomás contiene una velada reprobación porque la fe pura debería prescindir de ver y tocar.

Las últimas palabras de Jesús: Felices los que crean sin haber visto" constituyen el vértice de las apariciones de Cristo resucitado a los discípulos. El mensaje de esta felicidad evangélica es importante para todos los cristianos de todos los tiempos. Algunos de ellos buscan, con una bulimia insaciable, apariciones, prodigios, mensajes celestes.

La Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II sobra la Divina Revelación recuerda con autoridad que no debemos esperar ninguna otra revelación pública ante de la venida del Señor (DV, 4).

Dios se ha manifestado de modo auténtico en la sagrada Escritura, que representa la regla suprema de  la fe de la Iglesia, el alimento sano y sustancioso de la vida del pueblo de Dios (DV, 21).