Los Pilares de la Paideia Griega

Autor:  H. Francisco Javier Carrión, L.C.

 

A. INTRODUCCIÓN 

Una de las características del arte clásico es la aproximación al canon. Las artes plásticas se han acercado a un modelo estético mediante unas proporciones determinadas que señalan la perfección y la belleza. El Discóbolo de Mirón o la Acrópolis son los frutos de un arte imitador de modelos eternos, hijos del ingenio y la maestría del espíritu griego. El pueblo griego es ante todo contemplador de un logos, de una razón universal, de unos principios y modos de ser de las cosas. Pero, a la par que levantaba templos y esculpía mármoles, el hombre griego, desde su etapa más primitiva, concibió un proyecto más ambicioso: el hombre. «Los griegos vieron por primera vez que la educación debe ser también un proceso de construcción consciente»[1]. 

Era necesario hacer al hombre; desde su infancia había que guiarlo mediante las instituciones culturales y los maestros que proponían modelos de virtud. El niño es desde el principio imitador de hombres justos y buenos. Advertimos, pues, que la educación[2] griega se sostiene sobre dos pilares, el paradigma y la mímesis, términos que se estudiarán a continuación.

 

1. El paradigma

Según la etimología el término paradigma viene del griego paradeigma; de paradeiknynai, mostrar, manifestar. Es aquello que se manifiesta como modelo o ejemplo. Tanto para el griego primitivo como para el «de los siglos posteriores, tienen los paradigmas su significación, como categoría fundamental de la vida y del pensamiento»[3]. En un segundo momento se indagará su desarrollo histórico en Homero.

 

2. La mímesis

Este concepto va íntimamente relacionado con el de paradigma, el cual se presenta para ser imitado. El término viene del griego mímesis; de mímesthai, imitar, remedar. Aristóteles, tras una primera observación de la realidad tal cual es, dice que «el imitar, en efecto, es connatural al hombre desde la niñez, y se diferencia de los demás animales en que es muy inclinado a la imitación y por la imitación adquiere sus primeros conocimientos»[4]. Pero la relación ideal‑realidad, paradigma‑imitación anuncia otro concepto, el de aproximación[5]. W. Jaeger lo entiende así al analizar el Estado ideal de Platón: 

Todo paradigma es algo absolutamente perfecto que admiramos, lo mismo si puede convertirse en realidad que si no se puede. Ya el mismo concepto de paradigma lleva implícita la imposibilidad de su plena realización, como no sea, a lo sumo, en forma aproximativa. Reconocer esto no significa tildar al ideal como tal de imperfección. Como obra filosófica de arte, conserva siempre, lo mismo que la imagen del ser humano más hermoso, su valor de belleza, el cual es independiente de toda consideración de orden práctico[6]. 

Con el propósito de evidenciar cómo «sobre estos dos conceptos procedentes de la primitiva Grecia, el de paradigma y el de mímesis, modelo e imitación, descansa toda la paideia griega»[7] analizaremos los edificios de educación y cultura que se han levantado sobre estos pilares. Recorramos brevemente su desarrollo histórico.

B. DESARROLLO DEL PARADIGMA EN HOMERO[8] 

La mayoría de los pensadores ha considerado a Homero como el educador de Grecia por antonomasia. Pero, aunque su mensaje esté destinado a iluminar todos los tiempos, Homero en la Ilíada y la Odisea se dirigió particularmente a la aristocracia de su época. Rastreando el concepto de educación hasta su origen hallamos más que el concepto de paideia el de areté. Es éste el concepto central de la más antigua educación griega. La traducción castellana de areté es la palabra «virtud». Pero hoy la «virtud» se concibe con un carácter moral. Por tanto, habrá que buscarle un sentido que concuerde más con el original de areté. Su sentido griego se expresa mejor al referirse  al más alto ideal caballeresco unido a una conducta cortesana y selecta y al heroísmo guerrero[9]. 

Así en Homero se valora al hombre por sus aptitudes[10], es decir, por su areté[11]; ella es un tipo de excelencia, propiamente la destreza en la guerra, la capacidad de desempeñar acciones gloriosas. Lo mismo habría que decir de la palabra agathós, carente en esta etapa primitiva de significación moral. Es bueno el hombre útil, diestro, excelente, capaz para el arte del guerrero[12]. La épica nos ofrece combates singulares entre un héroe famoso y su valiente adversario, son acciones de aristeia, donde el héroe saldrá vencedor. Estos combates singulares son más ricos en interés humano que las descripciones de luchas de masas. De esta forma, obras como la Ilíada, están formadas por diversas aristeiai conectadas a una acción unitaria: la aristeia de Aquiles, de Menelao, de Agamenón, de Héctor, unidas en la guerra de Ilión. Y el poeta «muestra claramente lo que representaba para él la lucha: la prodigiosa lucha de muchos héroes inmortales, de la más alta areté»[13]. Estas son escenas del gusto de los destinatarios de los cantos heroicos[14].

Sin embargo no sólo le interesará la acción; el ideal griego de educación añade también la palabra, donde se revela la nobleza de espíritu. En este sentido se nos ofrecen tres claros paradigmas; Odiseo, maestro de la palabra; Áyax, hombre de acción; Aquiles, síntesis de ambos, nueva imagen del hombre perfecto: 

Y es de la mayor importancia que este ideal sea expresado por el viejo Fénix, el educador de Aquiles, héroe prototípico de los griegos. En una hora decisiva recuerda al joven el fin para el cual ha sido educado: «Para ambas cosas, para pronunciar palabras y para realizar acciones». [...] El dominio de la palabra significa la soberanía del espíritu. Fénix pronuncia la sentencia en la recepción de la legación de los jefes griegos por el colérico Aquiles. El poeta le opone a Odiseo, maestro de la palabra, y Áyax, el hombre de la acción. Mediante este contraste pone de relieve, del modo más claro, el ideal de la más noble educación, personificado en el más noble de los héroes, Aquiles, educado por Fénix, [...]. De ahí resulta de un modo claro que la palabra areté, que equivalió en su acepción originaria y tradicional a destreza guerrera, no halló obstáculo para trasformarse en el concepto de la nobleza, que se forma de acuerdo con sus más altas exigencias espirituales, tal como ocurrió en la ulterior evolución de su significado[15]. 

Relacionado con el concepto de areté está el honor, que viene a ser la aspiración al ideal de areté, al cual todo guerrero tiende. Aspirar al honor es asegurarse el propio valor (areté). «Esos hombres parecen perseguir los honores para persuadirse a sí mismos de que son buenos, pues buscan ser honrados por los hombres sensatos y por los que los conocen, y por su virtud»[16]. Por eso el hombre homérico adquiere conciencia de su valor si la sociedad a la que pertenece se lo reconoce[17]. El elogio es fuente de honor y la censura, de deshonor[18]. Y el reconocimiento de este honor después de la muerte es asegurarse una gloria perdurable.

¿Quién educa y cómo se educa la nobleza homérica? ¿Quiénes son los maestros y qué o quiénes los paradigmas? Ya hemos visto algo indirectamente al hablar de Aquiles al que se le recuerda que ha sido educado para pronunciar palabras y para realizar acciones. Una cultura aristocrática hace posible la transmisión de las formas de vida de padres a hijos, y ello es gracias a la vida sedentaria, la posesión de bienes y la tradición. ¿Cuándo la educación se convierte por primera vez en formación, en modelación del hombre de acuerdo con un tipo fijo? Jaeger responde: 

«La educación, considerada como la formación de la personalidad humana mediante el consejo constante y la dirección espiritual, es una característica típica de la nobleza de todos los tiempos y pueblos. Sólo esta clase puede aspirar a la formación de la personalidad humana en su totalidad; lo cual no puede lograrse sin el cultivo consciente de determinadas cualidades fundamentales. No es suficiente el crecimiento, análogo al de las plantas, de acuerdo con los usos y costumbres de los antepasados. El rango y el dominio preeminente de los nobles exige la obligación de estructurar sus miembros durante su temprana edad de acuerdo con los ideales válidos dentro de su círculo»[19]. 

Los héroes de Homero son tipos hechos, diestros en el arte de la guerra, como nacidos héroes, como hombres que ya son y no hombres que se han tenido que hacer. A las primeras sagas no les interesó desvelarnos los secretos de su educación; sólo posteriormente interesarán estos datos[20]. Prototipo de educador y maestro es el anciano Fénix[21], cuyo alumno será Aquiles[22]. El mismo discurso de Fénix es a su vez modelo de locución del educador, que evoca ejemplos aleccionadores para la acción como el ejemplo de Meleagro. Mas la relación entre el educador y el educando también tendrá sus problemas: nacerá el conflicto entre las pasiones (representadas en el hado de la diosa Ate) y la más alta educación humana. Y si Aquiles aparece en la Ilíada como el modelo del joven rebelde, encontramos en la Odisea el modelo de la docilidad, Telémaco[23].

En los casos arriba enumerados se manifiesta el significado pedagógico que el ejemplo tiene en una sociedad aristocrática con su ideal de nobleza. Esto se debe a que «en los tiempos primitivos, cuando no existe una recopilación de leyes ni un pensamiento ético sistematizado, aparte unos pocos preceptos religiosos y la sabiduría proverbial, transmitida oralmente de generación en generación, nada tan eficaz, para guía de la propia acción, como el ejemplo y el modelo»[24].


[1] W. Jaeger, Paideia: los ideales...,11. El autor añade que «sólo a este tipo de educación puede aplicarse propiamente la palabra formación, tal como la usó Platón por primera vez, en sentido metafórico, aplicándola a la acción educadora (pláttein. Platón, Rep., 377 B, Leyes, 671 E)».

[2] La educación es un fenómeno propiamente humano. El animal no necesita ser educado, desde su nacimiento la naturaleza le ha especializado y sabe cómo enfrentarse a su mundo circundante. Siguiendo a J. Maritain se puede definir la educación como el «proceso por medio del cual el hombre es formado y conducido hacia su perfección» (traducción mía). (Cf. J. Maritain, Educazione al bivio, Brescia 1969,14). Pero el griego primitivo no es consciente de una educación tal como la entendemos nosotros. El término paideia aparece hacia el siglo V a.C., designando simplemente la «crianza de los niños», pero esto no significa que antes no haya habido educación. La educación del griego primitivo se relaciona más bien con el concepto de areté, entendido como alto ideal caballeresco, o heroísmo guerrero, término que se tratará más adelante (cf. W. Jaeger, Paideia: los ideales..., 20).

[3] W. Jaeger, Paideia: los ideales..., 47.

[4] Poética, 4, 1448b, 5-8.

[5] Antes de aproximación habría que hablar de maravilla («thauma»). El hombre siente la necesidad de aproximarse e imitar el modelo ideal porque éste le maravilla, le entusiasma. La relación paradigma-imitación, por tanto, anuncia los conceptos de zauma y, consecuentemente, de aproximación.

[6] W. Jaeger, Paideia: los ideales..., 657.

[7] O.c., 657.

[8] La manera de pensar de los griegos en forma de paradigmas se remonta hasta la poesía de los tiempos más antiguos. La cual representaba en este sentido los sucesos y las figuras del mito. Interesan los grandes hechos del pasado, mantener vivas las glorias de los hombres antiguos, sus acciones.

[9] Cf. W. Jaeger, Paideia: los ideales..., 20-21.

[10] El hombre es lo que hace, juzgar al hombre es juzgar sus acciones (cf. A. MacIntyre, Tras la virtud, 156).

[11] «Sólo alguna vez, en los últimos libros, entiende Homero por areté las cualidades morales o espirituales» (o.c., 22).

[12] Cf. B. Snell, La cultura Greca..., 232.

[13] W. Jaeger, Paideia: los ideales..., 56.

[14] Cf. o.c., 56.

[15] O.c., 24.

[16] EN, I, 5, 1095b, 26.

[17] Somos lo que el pasado ha hecho de nosotros (cf. A. MacIntyre, Tras la virtud,165).

[18] Cf. W. Jaeger, Paideia: los ideales..., 24.

[19] O.c., 35.

[20] O.c., 39.

[21] Aunque es cierto que el maestro por excelencia de los héroes es el centauro Quirón, Homero prescinde del centauro y usa un héroe caballeresco para mejor representar la educación de un héroe como Aquiles.

[22] Cf. W. Jaeger, Paideia: los ideales..., 41.

[23] Cf. O.c., 42, 46.

[24] O.c., 45. MacIntyre ofrece una concepción semejante a la de Jaeger: «En todas esas culturas, griega, medieval o renacentista, donde el pensamiento y la acción moral se estructuran de acuerdo con alguna versión del esquema llamado clásico, el medio principal de la educación moral es contar historias». (A. MacIntyre, Tras la virtud, 155).