¡Necesitamos del pan!

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

 

 

La primera parte del Padrenuestro consiste en una invocación inicial y tres peticiones que entran en el plano universal de Dios, su presencia en los cielos que cubren toda la creación, su nombre, el desarrollo evolutivo de su Reino, y su voluntad que quiere nuestro verdadero bien... En la segunda parte, cuatro peticiones vienen a lo real de nuestra propia vida diaria, nuestras esperanzas, nuestras necesidades y nuestra dificultad: el pan de cada día, el ejercicio del perdón, ayuda contra la tentación y contra el mal.

 

¡Danos hoy nuestro pan de cada día! Algo que necesitan tantos millones de seres humanos que viven con hambre. El Papa Pío XII, en un mensaje de Navidad transmitido a todo el mundo por Radio Vaticano en los años cincuenta, nos exhortó que no sólo de pan vive el hombre, pero que ¡también vive de pan! A las palabras de Jesucristo cuando era tentado en el desierto, Pío XII agrega un apelo a todos los cristianos a atender las necesidades de los demás.

 

En la oración que Cristo nos enseñó pedimos a Nuestro Padre, como comunidad humana, que nos dé cada día el pan que necesitamos para sobrevivir. Y por supuesto, nos referimos al alimento diario que nos hace crecer, trabajar, vivir en concordia y paz unos con otros, sin angustias ni zozobras. Cuando un padre o una madre no tienen los mínimos recursos para alimentar a sus hijos, como ocurre hoy a millones de personas por todo el mundo, la humanidad entera sufre y llora. Sobre todo cuando, en contraste, los medios de comunicación nos restriegan las excentricidades de tantos que ya no saben que hacer con el dinero, desde multimillonarios hasta atletas y estrellas de cine… Nos viene a la mente aquella frase sarcástica de Góngora “ande yo caliente, ríase la gente”. ¡Cómo ofende la actitud de algunos, inclusive cristianos, que no parece importarles los sufrimientos de los demás! Si muchos que se dicen cristianos fueran sensibles a las  injusticias sociales y trataran de mejorar las estructuras económicas y políticas, el mundo estaría mejor. Sin embargo, el mundo va crecientemente empeorando.

 

Desde aquel mensaje de Pio XII, todos los Papas nos urgen de nuestra responsabilidad social y nuestro deber de curar el hambre en el mundo. Pero ahora nuestro Papa Benedicto XVI denuncia con vehemencia el hambre espiritual que está afectando a toda la humanidad, un hambre gravísima que nos está convirtiendo a todos en los rinocerontes de Ionesco, insensibles, tercos y violentos. El egoísmo en todas sus formas es ensalzado por todos los medios de comunicación y tanto los sistemas de izquierda como de derecha lo proclaman hasta con orgullo. Lo peor es que, como los rinocerontes de aquella obra de teatro, nadie se da cuenta de la animalización creciente. ¡Nadie se da cuenta del hambre espiritual que nos está matando!

 

Está hambre espiritual no se sacia con medidas económicas ni nuevas leyes. Anuncios baratos en televisión ni en radio, no nos van a hacer reaccionar más allá de uno o dos minutos de aceptación a la eminente realidad. El ruido del materialismo y el consumismo es tal que nos hace sordos al llamado del corazón a buscar lo espiritual.

 

Necesitamos volver a Dios, responder a la invitación que Él mismo nos hace de lo profundo de nuestro corazón. Necesitamos remontarnos más allá de nuestra hambre de pan de cada día a las alturas del pan espiritual que trasciende nuestros propios límites humanos y terrenos. Ese pan espiritual lo necesitamos más que el pan material. Además, al estar ya saciados con ese pan espiritual quizás, con nueva conciencia y responsabilidad, podremos saciar a mundo de su hambre de pan. ¡Señor, danos hoy nuestro pan de cada día!