Un método para encontrar el camino a la felicidad

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad.

 

 

Ignacio de Loyola descubre lo que parece ser un simple método para el ser humano encontrar un propósito en la vida. Ignacio se centraba en el ser humano como sujeto. Sabía bien que para cambiar ese convulso mundo había que empezar cambiando al individuo. De ahí se podría construir esa nueva sociedad que tantos añoraban. Con una convicción semejante a la de los primeros cristianos, Ignacio ofreció a ese nuevo despertar del mundo aquel mensaje de los apóstoles que anunciaba la salvación a todas las naciones. Este mensaje distorsionado había caído en manos de los poderes del mal y usado para dominar y oprimir.

En aquellos tiempos tan confusos y de tantos cambios, Ignacio ofrece primero el Principio y Fundamento, basado en la revelación de la Biblia. Ese Principio y fundamento era básicamente aclarar el propósito de la vida del ser humano, criatura de Dios, con una misión que lo envuelve todo, su propia persona, su responsabilidad con los demás, y su fin universal. Ignacio destaca la libertad del individuo en ese proceso y también cómo puede usar de todo lo creado «tanto y cuanto» lo ayuden para el fin a que ha sido creado.

Así Ignacio lleva a un reencuentro con el Dios Padre y creador quien se revela a través de la historia como Dios personal, vivo, amante, y fiel a sus criaturas. Pero, sobre todo, un Dios fiel a su dinámica y «evolucionante» creación. Esa creación del ser humano, libre y a la imagen de su creador, traía como consecuencia que las criaturas pueden escoger entre el bien y el mal. Por lo tanto pueden ser infieles a su mismo Creador, rechazando ese mismo fin para el cual han sido creadas. El ser humano puede, por lo tanto, rechazar su verdadera y final felicidad. Ya ahí Ignacio aclara el peligro en que puede caer el individuo, cada uno de los que forman la humanidad. Pues son los individuos los que crean sistemas opresivos y deshumanizantes. Somos los individuos todos los que tenemos siempre ese mismo peligro si damos rienda suelta a nuestro egoísmo.

Con este inicio del Principio y Fundamento, Ignacio, expone al «ejercitante» a una serie creciente de meditaciones, reflexión, y oración, para ayudar al individuo a crecer en conciencia. Todo esto a través de un encuentro ahora con Cristo y su mensaje. Primero conociendo a ese Jesús, contemplando su vida y su misterio. Después, identificándose con el mismo Cristo en el misterio de su entrega, pasión, muerte y resurrección. A través de ese proceso Ignacio invita al individuo a examinarse a sí mismo en su sinceridad y aptitud para esa entrega que se le pide. Para eso, Ignacio ofrece al individuo una serie de elecciones o decisiones cada vez más profundas y concluyentes. El cometido es ayudar al individuo a entregarse a un compromiso total, a una actitud de vida descrita por Cristo en los Evangelios. Esa actitud es la de seguir a Cristo dándose en amor y servicio a los demás. Al llegar a entender esa actitud de vida el «ejercitante» nace de nuevo a una nueva dimensión a la que Ignacio llama «la vida en el Espíritu».

Este método de espiritualidad parece ser válido, transcultural, para todos los tiempos, en especial para el mundo de hoy tan confuso y revuelto como en aquel mundo de Ignacio de Loyola.

Como hemos visto, a través de nuestro estudio, según la idea judeo-cristiana, el hombre no es un ser condenado al mal. El hombre puede evolucionar y cambiar. Martín Descalzo nos dice que aunque ya sabíamos de la grandeza del hombre por la creación, ahora con este mensaje nuevo y original de Jesús, entendemos que el hombre es mucho más grande por lo que puede llegar a ser. Su capacidad de llegar a ser ciudadano del Reino, su posibilidad de convertirse en hombre nuevo, es la más definitiva de sus grandezas Todo el evangelio está lleno de ese grito que invita al hombre a apostar, a superarse, a asumir el riesgo de su propia grandeza, de esa invitación a incorporarse a la «vida».

E Ignacio de Loyola nos da el método para ejercitarnos y encontrar cada uno, libremente, esa grandeza con valentía y esfuerzo, pero con humildad. Su método es el camino a una liberación total en Dios. Este camino libera al individuo de la idolatría de sí mismo y de la idolatría de las cosas. Porque el ser humano, estrecho de mente y ciego por su egoísmo, reniega a lo mejor de su condición humana, y se esclaviza al dinero, al poder, al placer, a la comodidad, al interés malsano. Convierte a las cosas –que son medios– en fines. Renuncia a ser libre para ser esclavo y volver a la animalidad. Así Jesús redime a Zaqueo, que sólo cuando renuncia a sus riquezas adquiere estatura humana (Lc. 19: 5). E intenta liberar –y fracasa– al joven rico que prefiere ser rico a ser libre. Porque el corazón tiene la llave por dentro y ni Cristo puede abrir un corazón que se niega a cambiar (Mt. 19: 16).

Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales nos hace encontrar a ese Cristo liberador, con su mensaje y la actitud de vida que vino a anunciar. Ignacio nos hace descubrir un mundo nuevo al que somos invitados, pero al que tenemos que optar libremente con nuestra propia decisión.

Jesús salva al ser humano de esos falsos dioses que lo acosan incesantemente. Pero, es el individuo, cada uno, quien tiene que tomar la decisión personal de ingresar o no a esa nueva humanidad. Somos libres para decidir. Libres para actuar. Y a pesar de las fuerzas del mal, internas o externas, tenemos la promesa de que ese Dios de la salvación y la felicidad completa, está siempre con nosotros. 

 

 

Quizás ya nos hemos dado cuenta de que, al desarrollar esta obra escrita sobre la búsqueda de la felicidad, hemos ido siguiendo en todo momento la dinámica misma de los Ejercicios Ignacianos. Hemos partido del individuo y sus preguntas fundamentales en el mundo de hoy y en todos los tiempos. Nos hemos «colocado» históricamente y universalmente en el contexto de este mundo dinámico en el que tenemos que encontrar ese Principio y Fundamento. Hemos investigado en la historia de nuestra civilización occidental, las causas de por qué tenemos ese pensamiento que se ha ido desarrollando y evolucionando a través de los siglos. Hemos descubierto al Dios de la visión positiva de salvación con el pueblo de Israel. Esa misma tradición reflexionada y escrita a través de fracasos y esperanzas nos ha llevado a encontrarnos con Jesús, el Cristo, ese liberador de todo aquello que nos impide a realizarnos plenamente. Al seguir este desarrollo de la búsqueda de la felicidad nos vemos quizás también urgidos, como al hacer los Ejercicios Espirituales, a tomar una decisión trascendental.

 

  

Basado en la dinámica de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, ésta nuestra «Búsqueda de la Felicidad», nos ha llevado a los niveles trascendentales de la Vida en el Espíritu. Teilhard de Chardin nos ha transportado a un futuro cósmico, a la realización total en Cristo en la evolución de este misterioso universo. Es en este campo donde Dios nos ha colocado a todos y a cada uno a transformarnos con una electrizante misión específica, personal, y definida: ser luz del mundo y sal de la tierra.

Para los más osados sólo nos queda recomendar esos Ejercicios Espirituales Ignacianos para poner en práctica nuestra teoría.