Un modelo para toda la humanidad

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad.

 

 

El llamado a cada uno de los seres humanos para completar la evolución 

En su predicación Cristo parece continuar el mismo mensaje de vida y esperanza del Antiguo Testamento. Él corrobora las actitudes que ya se han estado delineando y enfatizando, como ya las hemos estado estudiando y analizando en nuestra búsqueda. Así, Cristo aparece como el cumplimiento de la Promesa: una nueva era que acaba de comenzar.

Él viene como la consumación de la antigua tradición, pero ahora bajo la proyección de una nueva luz. La vida es vislumbrada ahora en el contexto de un amor liberador de Dios que es compartido ahora con los seres humanos, no como siervos, sino como amigos. Y como si quedara alguna duda sobre sus mensajes y comunicaciones del pasado, Dios mismo se convierte en hombre. Esta «encarnación» de Dios viene a producir una nueva aceleración en el proceso de toda la creación, de todos los seres humanos en la humanidad entera, hacia la salvación y, sobre todo, hacia la unificación con Dios.

Sin embargo, Jesucristo se aparece de una manera inesperada. Isaías y otros profetas ya lo habían anunciado, pero así y todo, no es reconocido por los suyos. Tal como los Profetas predijeron, el Cristo no viene como un gobernante, ni siquiera como un gran líder social. No es un hombre exitoso. Es realmente un fracasado y perdedor, humanamente hablando. Es abandonado por sus propios seguidores y hasta sus amigos cuando las cosas empiezan a ponerse mal. Jesús se vuelve hombre al único nivel donde él podía estar identificado con todos los seres humanos, al nivel del fracaso, la soledad, y el sufrimiento.

Como Job, Jesús es inocente. Como Job, Jesús esta consciente y es realista acerca de la verdad de la vida. Cristo afronta el amenazador futuro como Jacob, aunque él realmente sepa que su decisión lo llevará a la muerte. Jesús será fiel hasta el fin. Él posee una visión de la realidad total. El proceso de la vida para transformarse en una persona plena incluye el sufrimiento y la muerte, por paradójico que parezca. Pero el sufrimiento y la muerte llevan hacia la Resurrección y la Vida. Su mensaje, sus enseñanzas, ahora se vuelven claras y contundentes.

Hasta la vida oculta de Jesús ahora tiene sentido y se vuelve propiamente otra enseñanza. Él vive treinta años como un ser ordinario, normal, simple, y común. No podemos pasar por alto esta extraordinaria afirmación. La vida, justamente vivida en el día a día, adquiere un valor y significado tremendo para el Hijo del Hombre. Él ya está salvando a la humanidad a este punto del juego, al incorporarse Dios en el proceso del ser humano en su vida diaria y rutinaria. ¿No nos estará afirmando Cristo que la vida simple del ser humano tiene también un poder salvífico? Esta verdad ya había sido prevista en la historia de la creación cuando el hombre y la mujer son creados para ser co-creadores, colaboradores con Dios en ese proceso evolutivo. En Cristo el ser humano recibe la oportunidad de ser co-creador con Dios sólo con vivir, sufrir, crecer, y vivir día a día en esperanza.

Jesús es audazmente explícito cuando se declara que él mismo es el CAMINO y les enseña a los seres humanos una constante actitud de vida de amor y entrega a los demás. Ese «camino» lo tenemos todos ya revelado en el corazón por virtud de la encarnación de Dios en la humanidad entera. Esa actitud de vida se tiene que reflejar en una constante «decentración», como la define Teilhard de Chardin en su explicación al proceso de personalización. Cristo es más que claro: la persona debe de salirse de sí misma y vivir para los demás, vivir activamente inmersa en el mundo, en verdad y en justicia, para ayudar a seguir transformando al mundo en el Reino de Dios. Y con eso parece que estamos llegando a una conclusión de esta búsqueda de la felicidad. Si queremos encontrar la felicidad, parece que tenemos que seguir este camino para trascender. Nuestra búsqueda nos ha llevado a encontrar a un Cristo como modelo de todos los seres humanos en toda la humanidad. Una respuesta universal para todos los tiempos.

El mensaje de Cristo ayer, hoy y siempre, al encontrarse con la naturaleza humana tiene que provocar un choque contra nuestras estructuras, usualmente establecidas en aquellos valores destructivos que todos tenemos. Por lo tanto, el mensaje de Cristo aparece como subversivo y provocador a los fariseos y escribas de su tiempo. Ellos tenían definitivamente que matarlo, poniendo el último elemento salvífico en el misterio de la redención: el sacrificio total de la cruz. En Getsemaní, comprendemos el significado de la última y mayor tentación de Cristo, cuando él tuvo que decidir aceptar la muerte paradójicamente para ganar la vida. Fue como un salto al vacío. Pero después de su angustiosa aceptación, Jesús transforma el sufrimiento y la muerte en un camino de vida ilimitada. Él le da un valor y un significado nuevos a la esperanza: una dimensión mucho más allá de los límites que Job pudo enseñarnos. La victoria de Cristo consiste en la sufrida aceptación de la condición humana.

En su teoría de la evolución, Teilhard de Chardin coloca a la Cruz en una importancia central. La Cruz significa victoria duramente ganada, liberación, progreso, poder de salvación. Teilhard añade con increíble optimismo que una vez que hayamos comprendido plenamente el sentido y significado de la Cruz, no caeremos nunca en el peligro de encontrar la vida triste y fea. Nos habremos convertido en más alertas y atentos a su casi «incomprensible» solemnidad.

Cristo, parece ser, que finalmente le da al ser humano la respuesta que ha estado oculta profundamente en el corazón de la humanidad y en el proceso de la vida. El verdadero sentido de la Cruz, el sufrimiento es «hacia el progreso a través del esfuerzo». El sufrimiento es el precio del progreso. Podemos mostrar la Cruz al mundo con entusiasmo, escribe Teilhard al final de su vida, la Cruz derribará a los necios y a los egoístas, sin embargo, no será un escándalo para todos aquellos que marchen a la vanguardia del progreso humano.

Teilhard señala una actitud de «abandono total» en el amor unificante como la verdadera actitud de vida para el que sigue a Cristo. Pero este «abandono» debe caracterizarse como entrega activa en el mundo con la esperanza única que le da verdadero sentido a la vida.

De acuerdo con el «proceso de personalización» de Teilhard, la figura de Cristo parece portar la última fase, «la súper-centración», a un clímax final. Cristo demuestra en su propia vida, no sólo con palabras sino con su entrega a la muerte por los demás, el último y final propósito de la vida. Cristo es el modelo: el más alto estadio de la plenitud del ser humano en amor. Cristo trasciende la vida, a través de la muerte, a la vida eterna.