Conclusion Parte II

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad.

 

 

Hemos escogido la tradición judeo-cristiana buscando una respuesta a la pregunta fundamental del ser humano. Hemos obtenido las reflexiones históricas de un pueblo que nos aportó una nueva visión que, aunque insólita y aparentemente descabellada, nos trae una respuesta tan profunda que empieza a tener sentido, sorprendentemente, en nuestra búsqueda de la felicidad.

La tradición judeo-cristiana se ha desarrollado alrededor del ser humano creciendo en conciencia en la historia y descubrir su propia identidad, el mundo en que se mueve, y el universo que lo rodea. Desde el nómada primitivo que fue Abraham, hasta el sofisticado pensador del período maduro de los Sabios de Israel, el pensamiento humano se ha expandido en proporciones considerables. Este desarrollo constituye una verdadera experiencia antropológica válida universalmente para todo el que quiera profundizar en la vida y hallar el camino a la felicidad.

Ya vimos cómo la cultura judeo-cristiana sigue una distinta y extraordinaria dirección al compararla con las otras antiguas civilizaciones. Contando con un sentido profundamente realista, la tradición judeo-cristiana nos trae una visión dirigida hacia la vida y hacia un esperanzador futuro para el ser humano, el mundo y el universo. Esta tan distinta interpretación del entendimiento de la vida no es sólo una explicación del pasado, sino también una visión del futuro. La Biblia no termina, tiene un futuro abierto. Puede ser considerada como la explicación de un primer ciclo de la historia, un patrón para que nuevos ciclos en la historia se sucedan. La Biblia explica e interpreta el proceso general de la vida en el universo hacia el futuro. 

Israel ha recorrido, como pueblo, el mismo proceso de personalización que recorre cada individuo a través de su vida. Ha vivido y crecido por las tres etapas de Centración, Decentración y Supercentración. De su niñez con los Patriarcas, por su adolescencia en el desierto y el reinado, hasta su madurez entendiendo a los Profetas y los Sabios, Israel descubre su propósito en la vida, su identidad personal, la responsabilidad social, y su destino universal. Israel ha encontrado el Principio y Fundamento de toda existencia: Dios el creador quien da dirección y sentido a toda la creación. El pueblo de Israel se da cuenta de que están invitados a cooperar libremente a completar la creación y llegar a la plenitud de la Promesa. Han sido invitados especialmente de entre todas las naciones, por esa misteriosa llamada de Dios, a llevar un mensaje de salvación a todas las demás naciones. ¡Son los portadores del mensaje de salvación para toda la humanidad_

 Ese Dios que se les ha revelado como amigo fiel, protector, retador en las dificultades de la vida, está siempre presente en un destino trascendental. Este Dios todopoderoso se revela en la historia del pueblo y de cada uno de los seres humanos como Dios de justicia y de verdad con una Promesa de Salvación.

A través de su proceso de maduración el pueblo de Israel descubre un camino de proceder, mejor dicho, una manera de responder a ese llamado de relación personal con Dios y el universo. Esta manera de responder al llamado de Dios, esta actitud de vida se convierte en una verdadera espiritualidad, una forma de actuar para vivir su fe que trasciende lo hebreo, y la mentalidad judía. Esta actitud de vida se convierte en un verdadero camino universal y transcultural. El pueblo de Israel descubre su verdadera solidaridad con toda la humanidad. Ha encontrado respuestas para el ser humano universal.

El mensaje del Antiguo Testamento es que el propósito de la vida para el ser humano es la vida misma. Toda la humanidad está llamada a la vida con la esperanza de la Vida. A través de vicisitudes, problemas, trabajos, y muerte, al ser humano le está prometida la vida en un sentido superior y una dimensión trascendental. Toda la humanidad está llamada a la salvación a través de las diferentes etapas de la vida. Este proceso que Teilhard de Chardin ha llamado «hominización» hace llegar al ser humano a nuevas y más profundas dimensiones de vida, desde las alturas cósmicas hasta lo más íntimo del ser y de la existencia: una conciencia profunda que lo lleva a la integración más sensible de la realidad del misterio de la vida. Más que en «hominización» el proceso terminará incomprensiblemente en «divinización».

El Antiguo Testamento, sin embargo, hasta cierto momento enfatizó demasiado el éxito humano y la esperanza en la «gloria» como ideal de la vida. Entonces aparece ese nuevo y sorprendente elemento del Siervo Sufriente de los escritos de Isaías. La figura del Mesías anunciado como Siervo Sufriente y no humanamente exitoso trae un giro no esperado en la lógica humana. Jesucristo viene como una paradoja en la misma tradición judía que los hace a todos detenerse y reflexionar una nueva concientización mucho más profunda. Y ahí viene otro escándalo que producirá un cisma en el pensamiento hebreo que no aceptará ese Mesías que tanto había sido anunciado y esperado. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. No aceptarán esta nueva dimensión.

Como hemos dicho, el Siervo Sufriente de Yahweh, identificado en Cristo, la Estrella de David, la Promesa, viene a anunciarnos una nueva dimensión. Algo tan misterioso y profundo como la vida misma. Dios escoge la forma más alta para demostrar su amor: el amor que se da por la entrega en sacrificio. Ese amor tiene un poder trascendental de liberación y redención.

El mundo nos trata de cautivar con respuestas simples y superficiales. Nos «vende» amor egoísta y sin entrega. Algo tan efímero que nos hace adictos a las cosas vanas y caducas que sólo nos esclavizan, nos estancan, y nos destruyen. Sólo el verdadero amor, y esto lo presentimos bien adentro, ese amor de darse a sí mismo, con humildad y con sacrificio, nos hará verdaderamente libres y nos llevará a la felicidad verdadera.

 

 

Después de haber estudiado la Promesa de Salvación como se desarrolla durante la historia del pueblo de Israel registrada en el Antiguo Testamento, pasemos, intrigados al Nuevo Testamento. Indaguemos en cómo esa Promesa anunciada por siglos se realizó en una figura que ha trascendido la historia, todas las culturas, y todos los tiempos: Jesús de Nazaret, llamado el Cristo.