Un concepto mas profundo de la vida

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad.

 

 

En conclusión, el ser humano en la Biblia, a través de su propia experiencia, y a la luz del Dios que ha descubierto, ha caído en cuenta de su propio propósito en la vida. Gilles Cusson nos da finalmente una definición del propósito de la vida encontrado por el ser humano de la Biblia: El hombre existe para marchar con toda la creación hacia una plenitud en Dios. De acuerdo a Cusson, está más que claro en el Antiguo Testamento que el ser humano se mueve hacia un futuro que evoluciona tanto en lo personal, como en lo social y universal, hasta encontrar la felicidad en el mismo Dios.

En su período de mayor madurez, el ser humano en la Biblia ha sido capaz de entender tres cualidades esenciales de sí mismo. Primero, que ha sido creado «a imagen y semejanza de Dios», o sea, que es un ser creador, ¡la única criatura capaz de ser creativa Segundo, que el ser humano parece aceptar la verdadera integración entre su cuerpo y su alma. Y finalmente, que la persona es un ser social, íntimamente relacionado con los otros. A la luz de estos tres elementos el ser humano Bíblico descubre su propósito en la vida: que él existe para avanzar junto con «los otros» y con toda la creación hacia una plenitud final en Dios.

El ser humano no es una víctima, como ha sido interpretado por otras civilizaciones. El ser humano es «co-creador» y está invitado especialmente por Dios a cooperar con Él. Ahí está la clave de la visión positiva insólita del pueblo de Israel que nos llega hasta nuestros días. Además, su solidaridad con los otros no es producto del miedo a la ira de los dioses, de los cuales se debe defender juntándose por necesidad con los demás. El ser humano de la Biblia ha entendido que es Dios mismo quien quiere, hasta demanda, que se amen los unos a los otros. Finalmente, el universo y la naturaleza no están en su contra, como las gentes de otras civilizaciones frustradamente declaran. El ser humano en la Biblia está convencido de que él está creciendo con ese universo, casi como su fuerza más creativa, cooperando con Dios para completar esa creación. Y Dios, que es Todopoderoso, no como Mardouk o Zeus, con toda su fuerza infinita ha dado significado y razón a ese universo: la Promesa de la VIDA.

El propósito de la vida descubierto y propuesto en el Antiguo Testamento es sorprendentemente similar al propósito de la vida que el ser humano sigue descubriendo miles de siglos más tarde. A pesar de las confusiones, desviaciones del ser humano por su egoísmo, esta realización se vuelve casi un instinto en lo más profundo del ser humano.

No sería en lo más mínimo pretencioso o fuera de lugar declarar que el Antiguo Testamento es mucho más que un documento histórico. El proceso mismo de crecer en conciencia y descubrir la verdadera realidad de la vida, descrito en la Biblia, constituye en sí una manera de vivir, una actitud de vida, una verdadera espiritualidad. Las guías y direcciones sugeridas en la Biblia en la madurez del pueblo de Israel de cómo vivir, se vuelven entonces universales y transculturales, para todos los pueblos, en todos los tiempos. Esa ha sido una de las contribuciones más importantes que la civilización hebrea ha donado a la civilización occidental y quizás a toda la humanidad, la comunidad universal.

Por lo tanto hoy en día podemos usar la Biblia como una base para una dirección personal en la vida. Cualquier ser humano en su búsqueda personal puede encontrar en la Biblia, un manual para ayudarlo a encontrar ese propósito de la vida, la manera de seguir una dirección ética de respeto tanto a sus deberes como a sus derechos. Un manual hasta de cómo entenderse a sí mismo cuando contradice esos principios éticos ya por debilidad o por mal uso de su libertad. Por medio del Antiguo Testamento el ser humano de hoy y de siempre puede entender las dos fuerzas contradictorias que parecen halarlo a dos polos opuestos, ya sea a la destrucción por el egoísmo, o a la unión con los demás y el universo.

El Antiguo Testamento en la Biblia nos trae claramente una visión positiva de una actitud real y práctica para el ser humano en el universo: la ESPERANZA. Todo está ordenado hacia un final positivo, hasta el sufrimiento y el mal. Al final hay siempre un balance positivo. El ser humano está destinado a la salvación. Hay esperanza siempre al estar vivo.

Esta conclusión parece estar corroborada en la historia del ser humano a través de los siglos de su existencia. Si la esperanza no hubiera estado presente en lo profundo se su existencia, el ser humano y la humanidad no hubieran podido progresar, ni siquiera subsistir. Si la esperanza no estuviera presente en el mundo de hoy, con una realidad tan confusa e inestable, no habría futuro. La vida llegaría a un callejón sin salida. Nuestro mundo no tendría sentido. Este sentimiento nos viene quizás por nuestro «inconsciente colectivo» y el vivir en esperanza es algo intrínseco al deseo humano de trascender a pesar de nuestras limitaciones.

El pueblo de Israel en su período de madurez sabiamente trata de interpretar y dar una respuesta a la pregunta fundamental de la vida, el propósito de la existencia humana. El ser humano de la Biblia después de mucho reflexionar en su experiencia sugiere al ideal del Amor como la verdadera fuerza universal que lo mueve todo y lo trasciende todo. Esa fuerza inexplicable y contraria a nuestro propio egoísmo parece ser la fuerza interna que lo mueve todo dentro de nosotros y como declara Teilhard de Chardin: la fuerza que mueve la evolución cósmica universal.

Y es aquí donde el ser humano de la Biblia llega al más incomprensible giro de todo el pensamiento humano de todos los tiempos: el Siervo Sufriente descrito por el profeta Isaías. Solamente con la apertura universal de su madurez, el ser humano ha podido interpretar al amor como sacrificio libre y personal que redime y salva con un poder que trasciende toda dimensión humana. Sólo en el clímax de su entendimiento personal, aceptación social de los demás, y una profunda conciencia de su trascendencia espiritual, pudiera el ser humano llegar a entender el significado más sublime del amor.

Este significado adquiere proporciones universales en la figura de Cristo, en el Nuevo Testamento de la Biblia. Él es punto central y eje en el que, según la tradición judeo-cristiana, giró toda la historia. En Cristo, el ser humano universal se da cuenta del más profundo y verdadero propósito de la vida.