Job

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad. 

 

 

El inocente que sufre.

Israel ha confrontado el problema del mal con una visión positiva y única en comparación con las civilizaciones vecinas. El mal ha sido analizado desde todos los ángulos en las historias de la creación, Adán y Eva, y el Diluvio. Hasta este punto el problema del sufrimiento se ha considerado como una consecuencia del mal. Se ha identificado, de una manera u otra, con el castigo merecido por el pecado. El sufrimiento aparece como una consecuencia de la conducta desordenada del hombre. Hasta en los libros del Éxodo y el Deuteronomio la idea del sufrimiento está usualmente ligada al castigo. El pueblo de Israel es joven y rebelde. A través de las experiencias en el desierto ellos necesitan entender a Dios como figura de autoridad. A través de castigo y premio ellos aprenderán a ser fieles a Dios. Este parece ser el grado de conciencia al que el pueblo de Dios es capaz de llegar en ese tiempo preciso. Bajo esa luz ellos interpretan que Dios puede castigar hasta a los hijos de sus hijos con tal de enseñarles cómo comportarse.

La necesidad de un Dios ético es perfectamente comprensible en esos términos con la experiencia del desierto y la necesidad de crecer como grupo y comunidad, como nación. La fe, con una relación de confianza y amor necesita tiempo para ser asimilada. En tiempo, Israel entenderá que su Dios es la fuente de vida y de amor, y que su poder de vida es más fuerte, por mucho, que el poder de la muerte y del odio. Por lo tanto, la idea de castigo y premio prevalecerá durante ese tiempo de «entrenamiento» del pueblo de Israel: Dios bendice a los seres humanos fieles. Cuando estos se vuelven infieles y traicionan el pacto de Alianza, ellos merecerán la muerte.

Al crecer en experiencia y tiempo, el pueblo de Israel comienza a entender esa relación con Dios de manera completamente distinta. Dios los trata a un nivel muy superior mucho más allá del castigo y la recompensa, a un nivel de amor maduro. La historia de Adán y Eva ya ha sido explicada a ese nivel. A pesar de que su desobediencia rompe aquella directa conexión de amor con su Dios y creador, él les da otra oportunidad. En la historia también simbólica de Caín y Abel, Dios castiga a Caín, pero por sus ruegos, Dios le perdona la vida y lo protege de los que quieran matarlo (Gen. 4: 13-14). La misericordia de Dios es tan grande que él puede saltar por encima del castigo merecido, perdonar a los pecadores, y darles otra oportunidad. Volvemos a recordar que estas historias alegóricas de Adán y Eva y de Caín y Abel también fueron escritas posteriormente al Éxodo, en los tiempos maduros de la cautividad en Babilonia.

Ahora Israel ha madurado y puede confrontar ese escándalo que ha traspasado siglos en su tradición. La idea del castigo ha podido proveer una explicación satisfactoria a la presencia del sufrimiento en muchos casos, pero no en todos. ¿Cómo se puede explicar el sufrimiento en la persona inocente?

La historia de Job da un paso enorme de avance en la comprensión del sufrimiento. Job es el hombre inocente y justo, fiel a Dios, que no se merece, bajo ningún concepto, ser castigado. «Había en el país de Us un hombre llamado Job; era un varón justo y fiel que reverenciaba a Dios y evitaba el mal» (Job, 1: 1).

Job representa el ser humano universal, tal como los libros sapienciales explican el problema del sufrimiento: el niño indefenso que muere, la persona buena postrada enferma, los marginados sufriendo injusticia y opresión. Job, el hombre inocente, es víctima del sufrimiento.

Israel confronta el problema con una pasmosa honestidad. El concepto de un Dios ético que recompensa o castiga se ve amenazado por una realidad incomprensible bajo esos parámetros. Gilles Cusson declara que el pueblo de Israel, en Job, parece contradecir la experiencia que ellos han tenido de su Dios de Vida por 1300 años. El sufrimiento de Job es un verdadero escándalo para un pueblo que mantiene la idea de un Dios como ideal de justicia, el Dios que premia al justo y castiga al pecador. La historia de Job va más allá de estos términos tan simples. La fidelidad de Job parece que está siendo probada. Sus sufrimientos y sus reacciones son verdaderamente el punto focal de la historia de Job. Su situación provoca válidas protestas de los que los rodean. Los amigos de Job en la historia representan la razón humana que se resiste a aceptar que Dios permita esa injusticia.

Job escucha en silencio a Eliécer, uno de sus amigos (Job, 4: 6). Sus tres amigos quieren que él se rebele en contra de Dios. Sus racionamientos tienen sentido hasta un punto. Lo que ellos dicen es todo lo que la razón humana puede llegar a comprender. Job, sin embargo, le responde a cada uno de ellos con una fe y compostura que van más allá de la razón humana. Job acepta el sufrimiento como una ley de la vida a la que el ser humano tiene que arriesgarse para sobrevivir: un desafío.

A través de sus penas y sufrimientos Job comienza a expresar su esperanza. Job no es ciertamente el tonto ignorante «hombre fiel». Él es un hombre educado y de mucha experiencia que sabe lo que piensa. Y sí, él tiene sus propias protestas para ese Dios que parece guardarle silencio. Pero en los últimos capítulos (Job, 38-41) cuando Dios le habla, Job escucha maravillado y con profunda humildad. Dios le recuenta las pasadas experiencias a través de las cuales el ser humano se ha dado cuenta de su poder y trascendencia. Como resultado de esa nueva toma de conciencia, Job se entrega, liberado, a ese Dios y su poder. Por este encuentro personal con Dios, Job ha podido entender el misterio de la vida. Job se hace parte de esa maravillosa obra de Dios, la creación.

El libro de Job, sin embargo, no resuelve el problema del sufrimiento del justo, sino solamente nos presenta la actitud a tener frente al sufrimiento. Job permanece fiel más allá de la lógica y la razón. Su esperanza en el Dios de la Vida le ha dado valor para aceptar, sobrellevar, y vivir fielmente a través del sufrimiento. Israel, como el ser humano universal de la Biblia, ha aprendido por la experiencia que él está creciendo hacia el futuro, hacia la Promesa de salvación, a pesar de todo el mal y el sufrimiento.

El sufrimiento, al parecer barrera negativa que atenta contra toda idea y deseo de felicidad, ha sido explicado por el pueblo de Israel, en el contexto de la esperanza. La esperanza bíblica está profundamente fundamentada en la experiencia del Dios Viviente. La esperanza, como conclusión, es la fuerza que mueve al ser humano de la Biblia a través de la vida y de la historia. Las pruebas, el sufrimiento, y esa naturaleza desafiante, constituyen la realidad del camino a seguir para completar la creación y llegar al final a la plenitud en ese Dios de la Vida que es la verdadera felicidad.