Adán y Eva

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad. 

 

 

La Libertad del ser humano

Según las reflexiones escritas en el libro del Génesis por el pueblo de Israel, el ser humano es invitado a crecer, y desarrollarse con la creación, y a ser un agente de vida. Él es libre para realizar esta evolución en la vida. Como Jacob, lucha con la naturaleza, con la amenaza de lo desconocido, con su propia inseguridad, con la incertidumbre y la duda. Muy pronto se da cuenta de que la misma necesidad de seguir creciendo y realizándose que él observa en la creación la tiene también dentro de sí. Hay en él también «fuerzas del mal». Él debe luchar y trabajar. Tiene que encontrar un camino práctico en la vida. Descubrir cómo crecer en la dirección correcta, cómo construir y no destruir, cómo ser positivo y no negativo. El ser humano en la Biblia descubre que el camino no está tan claro y definido una vez que comienza a caminar. Él debe discernir continuamente a la luz de esa visión de la fe. Este es el desafío que le presenta su libertad.

La tentación le viene a Adán y Eva, prototipos de la humanidad, como una rebelión contra su propia naturaleza. Ellos son criaturas, han sido creados por Dios para llegar a la plenitud de la vida a lo largo del tiempo. Sin embargo, reaccionan en contra de su propia identidad y quieren absoluta independencia. Quieren ser Dios. La serpiente les dice: «Y serán como dioses¼» (Gen. 3: 5) y no solamente criaturas. Adán y Eva quieren diseñar su propio futuro yéndose por encima del diseño que les había preparado Dios. Su libertad se vuelve en contra de ellos mismos contradiciendo su propia existencia por la tentación de ser autosuficientes y completamente independientes del plan de Dios.

De la historia simbólica de la Caída en el paraíso, deducimos las siguientes observaciones. Adán y Eva, representando al ser humano total, razón y emoción, deciden en contra de su «status» de ser criaturas que ellos han estado disfrutando. Ellos optan por una dirección de vida diferente de aquella que les pide fe en el futuro. Renuncian al plan de Dios que les presenta la plenitud de la vida a través del tiempo. Prefieren lo fácilmente accesible, el bien egoísta para su propia gratifi­cación, sin contar para nada en el orden total de la creación.

Así, de acuerdo a la Biblia, el mal en el ser humano es atribuido a su libertad. El ser humano se ciega bajo sus propias necesidades. Su libertad lo hace desviarse y perder el camino correcto. El ser humano es imperfecto e incompleto, por lo tanto, necesitado. Debe darse cuenta de su propia «pobreza». Sólo la fe lo puede ayudar.

Gilles Cusson, en su exhaustivo estudio del ser humano en la Caída, afirma que después de la Caída, la creación continúa como antes en su natural dinámica. Pero la creación ahora estará como prisionera en sí misma, o sea, sujeta a la corruptibilidad. El ser humano tendrá ahora que luchar más arduamente porque es consciente de su doble inclinación. Su vida será ahora un constante arrepentirse y convertirse al darse cuenta en cada vuelta del camino de las malas decisiones que ha tomado. La Promesa de vida tiene que volverse más fuerte que nunca al darse cuenta, más que nunca, de la necesidad de esa alianza con Dios. Tiene que tratar a todo costo de mantener viva esa fiel relación de amor con su Dios.

Debemos recordar que el libro del Génesis, en especial los primeros capítulos, fueron compuestos y organizados de antiguos textos por los sacerdotes y los sabios intelectuales en los tiempos de la cautividad de Babilonia. Ellos trataban de explicar la historia de su pueblo. Su preocupación y mayor interés era explicar su actual sufrimiento y cautividad. ¿Por qué le eran tan infieles a su Dios cuando Él les había probado una y otra vez su amor y fidelidad? ¿Por qué estaban ahora cautivos en una tierra extraña cuando ellos habían recibido la Promesa? ¿Por qué tantas tragedias a través de su historia? ¿Qué deberían de hacer? Por lo tanto los Sabios de Israel escriben de manera retrospectiva una explicación al mal, al pecado, al egoísmo que todos los humanos comparten por naturaleza al ser creados «libres» por Dios.

La respuesta más interesante a estas preguntas aparece escrita entre líneas. A pesar de su infidelidad y sus maldades, la Promesa se mantenía viva. Ellos creían firmemente que su Dios era siempre fiel a la Alianza; que Dios sigue llevando tanto a la creación como al ser humano hacia el final de la plenitud y la felicidad completa.

De acuerdo con la visión de la Biblia, toda la humanidad comparte la experiencia de la Caída y el pecado. Toda la humanidad, representada en la alegoría de Adán y Eva, comparte ese dualismo que da la libertad. La Biblia defiende con todo énfasis el ideal del ser humano creado en libertad, diseñado por Dios para cooperar con Él y ayudarlo a completar la creación. Sin embargo, la ambigüedad real de la vida del ser humano es expuesta con claridad y honestidad. La fuerza de Dios hala al ser humano hacia el Bien, pero la estrechez de mente del ser humano lo empuja hacia la muerte.

De todo esto se puede deducir también una interpretación de lo que la tradición judeo-cristiana ha llamado el Pecado Original desde un ángulo diferente. Herbert Haag, en su estudio sobre el pecado original en la Sagrada Escritura, defiende la teoría de que nadie entra al mundo pecador. Como criaturas a imagen de Dios, todos entramos «rodeados» del amor paternal de Dios. El ser humano sólo se convierte en pecador bajo su propia y responsable acción individual al tener uso de razón. Cuando el Génesis habla de Adán, nos dice Haag, es para describir simbólicamente la entrada del pecado en el mundo. La «herencia» de esa condición pecadora la adquirimos al nacer en ese mundo pecador. Todos los seres humanos compartimos esa disyuntiva que la libertad nos ofrece de elegir entre el bien y el mal. Se suma a esta situación ambigua nuestra condición en desarrollo y nuestras limitaciones que nos ofrecen una atracción al mal.

Vuelve el espíritu del pueblo de Israel a afirmar, cada vez con mayor intensidad, el importantísimo papel de la fe que necesita el ser humano para vivir. Por encima de todo el mal existente, y a pesar de este, Dios mantiene su Promesa de futuro. Habrá guerras, crímenes horrendos, opresión de unos a otros, división, odio, sufrimiento, destrucción y muerte, pero el ser humano de la Biblia vive siempre en esperanza porque Yahweh es el Dios de la Vida. Esta esperanza ha sido confirmada a través de muchos siglos de una relación tempestuosa con su Dios Viviente. El pueblo de Israel ha aprendido a confiar en Dios por todas sus dolorosas experiencias en la historia. Esta no es, definitivamente, la confianza del idiota que cierra los ojos para no ver el horror que lo rodea. Israel se vuelve profundamente realista a través de experiencia, historia, y reflexión.