El mal como aparece en el recuento de la creación

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad. 

 

 

En la Creación descrita por el libro del Génesis, el pueblo de Israel tiene la osadía de declarar que en el principio Dios creó los cielos y la tierra, el sol, la luna, y las estrellas. Cuando las demás civilizaciones, incluso la babilónica, de donde los Judíos «pidieron prestadas» la mayor parte de estas alegorías, todas llamaban «dioses» a los astros y las luminarias del firmamento. Más inverosímil todavía a la mentalidad de entonces, es la afirmación de que la creación no contenía el mal. Con la frase de «Y Dios vio que todo era bueno», termina cada «día» de la creación.

En el principio todo era caos y confusión. Dios empieza entonces su proceso de creación. La creación no ocurre toda en el mismo momento. Le llevó a Dios seis días poner en orden el universo. Estos números figurativos nos dan la idea que ellos ya entendían de que la creación sucedió como un proceso en el tiempo Proceso que podría haber durado millones de años. Teilhard de Chardin explica esta evolución en un ambiente cósmico para ayudarnos a entender la presente situación de una creación todavía incompleta que se completará finalmente en el futuro. La creación recibe el poder de Dios para crecer, desarrollarse, y hacerse cada vez más completa. Al final de este proceso se encuentra la plenitud y la verdadera vida. El verdadero desenlace de la creación sucederá en el futuro escatológico.

Cuando el hombre y la mujer son incluidos en la creación (creados para ser co-creadores) se les da la tarea de ayudar a completar la creación: ejercer dominio sobre la tierra y sus criaturas (Gen. 1: 28 y sig.), para crecer y hacer que todo crezca: «Hoy les entrego toda clase de plantas con semilla» (Gen. 1: 29). El trabajo está incluido.

Este «ser enviado» a completar la creación es para el hombre y la mujer un desafío del Dios que los ha puesto en el mundo como reyes de esa evolutiva creación. El mundo, sus elementos, sus a veces fuerzas incontrolables, todo se convierte en un desafío para la vida de los seres humanos. Ellos deben encontrar la forma para domar esas fuerzas, para desarrollar la ciencia para transformar la tierra. Los seres humanos deben de explotar sus talentos de la manera más creativa para seguir la voluntad de Dios y ejercer ese dominio de todas las cosas de la tierra. Muchas veces la falta de ese bien, que tiene que ser transformado y desarrollado en bien, será una tarea inconmensurable. Los seres humanos experimentarán esa «falta de bien» como fuerzas negativas o llanamente el «mal». Ese mal, o falta de bien, debe ser domado, organizado, o transformado.

El mal será entonces el constante retador del ser humano que lo hará vivir siempre en busca de soluciones. La Biblia presenta la creación en estos términos. ¿Cómo entonces se puede actuar en la vida con esa constante y evolutiva creación? La respuesta es la fe. Este proceso de vida necesita una profunda y práctica fe que le ayude al ser humano a mantener esa visión de futuro en todo momento. Al creer Israel que la vida es la verdadera consumación de la creación, solamente la fe en la vida y en el Dios Viviente ayudará al ser humano a través de ese proceso. La fe del pueblo de Israel está tan profundamente enraizada en la vida, que ellos creen que nada, ni siquiera las fuerzas del mal podrán contra el poder de Dios. Israel, el ser humano, debe entonces vivir activamente siempre en esperanza, una esperanza realista, hacia la realización de la vida en esa creación desafiante.