Los profetas

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad. 

 

 

 Enviados a promover y crear conciencia.

Los Profetas fueron hombres inspirados que respondían a una verdadera y auténtica «vocación», o llamada, para llevar al pueblo la palabra de Dios, su mensaje. Los Profetas de Yahweh eran enviados para despertar las conciencias, para hacer pensar y reflexionar al pueblo. Su misión específica era la de levantar y promover la fe en la antigua Alianza que seguía vigente de parte de Dios y pisoteada de parte de Israel. Los Profetas venían a recordar la gran Promesa mesiánica. Empiezan a aparecer durante el período de los Reyes, cuando el papel del jefe gobernante del pueblo no coincidía ya con el del líder espiritual. Pero no es hasta el siglo ocho A.C., cuando los profetas mayores, los profetas escritores, hacen su aparición.

La tarea de los Profetas era la de continuar el itinerario espiritual después de Moisés y los Jueces. Su acción seguía el proceso evolutivo de interiorizar y espiritualizar la realidad de la Alianza. En claro, su tarea era la de hacer entender al pueblo que por encima de cumplir fielmente un contrato, por encima de una mera obediencia a la ley y a un seguir estricto de las prácticas religiosas y litúrgicas, estaba la fascinante realidad de una «historia de amor». Los Profetas vienen a enseñarle al pueblo la verdadera realidad de la evolución espiritual, en cuyo centro más profundo está el encuentro personal con el Dios de Vida.

Había dos maneras en que el pueblo de Israel le era infiel a su Dios: Primero, con una práctica religiosa enteramente externa, formal, sin «alma». 

Este pueblo me ofrece tan sólo palabras,

y me honra con los labios,

pero su corazón sigue lejos de mí.

Su religión no vale,

pues no son más que enseñanzas y obligaciones humanas.

(Isaías 29: 13). 

Segundo, con una infidelidad concreta de adorar a los ídolos y otros dioses falsos. 

Su país está lleno de ídolos,

pues se inclinan ante la obra de sus manos,

ante la figura que modelaron sus dedos.

(Isaías 2: 8). 

Esta conversión que proclaman los Profetas, o mejor dicho, este proceso de entender un mejor sentido de la fidelidad, implica el redescubrimiento de la Alianza: del pacto de amor entre Dios y el ser humano. Los Profetas entienden esto tan claro que no dudan en tratar este tema como amor conyugal, el amor entre esposo y esposa. La infidelidad a la Alianza es referida como adulterio o prostitución. La imagen impactante usada en el profeta Oseas no tiene paralelo en la historia. Dios es el esposo, el pueblo es la esposa infiel.

Oseas usa el drama de su propia vida para expresar su mensaje. Su infortunado matrimonio con Gomer, su esposa infiel, le sirve para llevar el «infortunio» de Dios ante su pueblo infiel. Tanto como Oseas no puede abandonar a Gomer aunque ella una y otra vez lo abandone y se prostituya con sus amantes, así tampoco Dios puede renunciar a Israel. 

Por eso la voy a enamorar;

la llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón.

Y allí ella me responderá como cuando era joven,

como en los días en que subió de Egipto.

Aquel día, dice Yahweh,

ya no me llamarás más «Señor mío»,

sino que me dirás «Marido mío».

(Oseas, 2: 16-18).

Por los Profetas conocemos a un Dios que nunca nos va a fallar ni aunque nosotros le fallemos.

Los Profetas no sólo denuncian, sino también anuncian. El mensaje de Jeremías, por ejemplo, habla de un futuro cambio, de una renovación interna. 

Esta es la alianza que yo pactaré con Israel

en los días que están por llegar, dice Yahweh:

pondré mi ley en su interior,

la escribiré en sus corazones,

y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

(Jeremías, 31: 33). 

Es a través de este tema del espíritu renovado que los Profetas expresan su verdadero mensaje: el descubrimiento personal de una auténtica fidelidad interna a Dios, a esa amorosa y viva relación con él.

Los Profetas predican una profunda esperanza de vida. Su mensaje se va convirtiendo en el anuncio de un futuro esperanzador. El pueblo de Israel debe hacerse consciente de esta más profunda y más personal relación con Dios, quien ha prometido la vida. Esta promesa va no sólo al pueblo de Dios, sino a toda la humanidad. ¡Con toda fuerza y alegría los Profetas anuncian la Promesa de Dios para toda la creación universal_ 

Él destruirá la Muerte para siempre.

El Señor Yahweh enjugará

las lágrimas de todos los rostros;

devolverá la honra a su pueblo

y a toda la tierra,

pues así lo ha dicho Yahweh.

(Isaías, 25: 8).

Los Profetas provocan un profundo cambio que contribuye al proceso de maduración de Israel. Por ellos el pueblo no sólo regresa a su Dios, sino también se profundizará su visión de futuro. Este futuro no es ya presentado en un constreñido sentido nacionalista, como hasta entonces, sino en términos universales, para todos los pueblos y todos los tiempos. El pueblo de Israel cae en cuenta entonces de que ellos tienen un mensaje para todas las naciones y todo el universo.