Supercentración, integración espiritual

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad. 

 

 

En un período de madurez los profetas y los sabios reflexionan sobre su propia historia.

Al llegar a la madurez, la experiencia de Israel se va convirtiendo en una visión universal. A través de una más profunda toma de conciencia en lo personal y lo universal las preguntas fundamentales sobre la vida adquieren una nueva luz.

Después que el pueblo de Israel entra en la Tierra de Promisión, dirigidos por Josué al morir Moisés, son los Jueces, Gedeón, y Sansón, quienes ayudan a consolidar su identidad como nación. Viene después un período de institucionalización. Este fenómeno sociológico constituye usualmente el último paso en cualquier proceso de identificación social. El adolescente se vuelve adulto, por lo tanto debe «asentarse» y acomodarse en un grupo dentro de una comunidad. La ley regula el funcionamiento de los individuos y de los diferentes grupos unos con otros. La ley también protege al individuo para no ser absorbido por el grupo. Hay deberes y derechos. Así se forman las sociedades.

Sin embargo, esta institucionalización puede traer también el estancamiento. El pueblo de Israel tuvo su reino, su templo, reyes sabios, y hasta riqueza. El brillo de Salomón atrajo a la reina de Saba y a otros vecinos ilustres. Pero al cabo del tiempo ese propio brillo fue cegando al pueblo de Israel. Se desviaron, pelearon y se dividieron. Los problemas políticos terminaron finalmente en cisma religioso. El reino se dividió en dos, Judá e Israel (2 Crónicas.10, 11). Entonces vinieron los Profetas a denunciar la estrechez de mente que contaminaba todo. Sus palabras tronaban contra la hipocresía y la infidelidad. Uno a uno, los Profetas acusaban al pueblo de Israel de tener muchos dioses y no ser fiel al único Dios de Israel. Una verdadera contradicción regía al pueblo. Por una parte, los judíos eran obstinadísimos en sus prácticas religiosas y sus rituales. No pasaban un detalle. Por otra parte, sus prácticas eran vacías y estériles. El espíritu que había inspirado la ley ya no estaba más allí. El amor a Dios había desaparecido. Las leyes eran solamente palabras escritas. La idea de justicia se había olvidado.