Centración: Abraham

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad. 

 

 

 «Israel» se va conociendo a sí mismo mientras va conociendo a Dios, su protector. 

Creciendo en confianza de sí mismo, de su Dios, y de su responsabilidad universal.

La historia de Abraham, indudablemente, fue compuesta en estilo «midrashic», como ya estudiamos, basada en una realidad histórica pero «floreada» con pintorescos detalles propios del tiempo y la cultura de entonces. Abraham, un arameo errante, vivió en el siglo diecinueve Antes de Cristo, quizás alrededor del año 1850 A.C. Emigró de Ur, en Caldea (nuestro Iraq de hoy), remontándose río arriba por el Éufrates hacia la región de Canaan. (Gen. 15:7)

Abraham creía en un Dios ancestral que era más poderoso que los otros dioses. Cusson defiende la teoría de que la revelación de Dios sigue la evolución natural del ser humano sin forzar sus fines. Al crecer en conciencia sobre su vida y sus experiencias en el mundo, el ser humano recibe esa revelación de Dios, que ya estaba actuando en la creación, en una evolución personal y universal. Abraham se da cuenta de un Dios Supremo que se le ha estado revelando.

La concepción oriental de la historia nos hace entender que una multitud de imágenes y conceptos simbólicos son usados para expresar una idea. Muchas de estas descripciones visuales pueden expresar, seguramente, estados psicológicos, o experiencias interiores reflexivas en la mente de los Patriarcas, que no tienen por qué describir un suceso real y objetivamente concreto.

Abraham comprende que Dios se le está comunicando. Se establece un diálogo entre los dos en el que la relación parece ir creciendo en un proceso de continuos descubrimientos a través de un comprender cada vez más profundo. El pacto de alianza entre Yahweh y Abraham es como el punto de partida, el principio de una gran amistad que será centro y eje de la historia de Israel. Abraham recibe el llamado a arriesgar todo y dejar todo su pasado atrás para buscar una nueva tierra que su Dios le enseñará. Y Yahweh le hace una promesa. Esta Promesa marcará para siempre la historia de Israel. «Haré de ti una gran nación y te bendeciré; voy a engrandecer tu nombre, y tú serás una bendición en ti serán bendecidas todas las razas de la tierra» (Gen. 12: 2-3). Abraham se siente arrobado de alegría y humildad por ese honor recibido. Dios le promete un hijo como principio de la realidad de esa promesa.

Sin embargo, la realización de esa promesa tiene sus conflictos y barreras. Los episodios que se suceden con Sara, su vieja y estéril esposa, sólo se pueden explicar con esa visión oriental de la historia y en el contexto de una sociedad primitiva de esos tiempos.

En Egipto Abraham comprueba que su Dios es más poderoso que los dioses egipcios con el episodio de Sara, a quien él entrega como su hermana para que no lo maten. Por muy hermosa que fuese Sara a los setenta años, como le atribuye la narrativa, no tiene sentido que los egipcios la desearan como mujer. Entendemos también que las edades en la Biblia podían ser meramente simbólicas, en este caso, para expresar la esterilidad de Sara (Gen.12: 10-20).

En el episodio del intento de sacrificio de Isaac, su propio hijo, también cabe interpretar que todo ocurrió en la mente de Abraham, y no fue una realidad física. Él estaba influenciado por las civilizaciones vecinas que todas ofrecían sacrificios humanos a los dioses. Quizás Abraham creyó que él también debía hacerlo para probar su fidelidad a su Dios amigo. Pensó que él se lo pedía. Lo importante del pasaje literario, tan vivamente dramatizado, es la actitud de Abraham de ofrecer su propio futuro, la promesa, todo, a ese Dios que lo había llamado a grandes cosas. Abraham lo pone todo en las manos de Dios, y es recompensado por su fidelidad, no con riquezas y honores sino con una intimidad más profunda en su relación de amistad que va por encima de recompensa o castigo (Gen. 22).

Abraham ha hecho grandes descubrimientos personales que marcarán positivamente a todo su pueblo para la posteridad. Ha experimentado que en la vida hay que arriesgarse, avanzar, y progresar, pero también tener fe, confianza, y esperanza.

Abraham puede ser entendido como representando al niño que prueba y es probado por sus padres durante la niñez. Al crecer va entendiendo más lo que significan la vida y el mundo a su alrededor. Abraham como niño va aprendiendo, ya por su experiencia personal o por las enseñanzas de sus padres, a conocer a su Dios. Como niño que descubre el amor de sus padres y comienza a confiar en ellos, Abraham empieza a entender el amor de Dios que significa, en sus principios, protección y cuidado. Entiende, sin embargo que debe crecer, arriesgarse y aprender a través de la vida sin miedo. Reconoce que debe reflexionar, aprender de los errores, y seguir descubriendo. Abraham es el ser humano común que descubre a Dios, al universo, y a la vida.