Una historia del ser humano creciendo en conciencia

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad.   

 

 

La Biblia documenta a la vez el crecimiento y desarrollo de una civilización, y también el crecimiento dinámico del individuo dentro de esa civilización. El «ser humano en la Biblia», Israel, descubre y se hace consciente de su propia realidad y también de la realidad universal que lo rodea y lo incluye.

A través de distintas etapas Israel crece y madura en dimensiones más profundas o elevadas, como quiera que las queramos llamar. Israel va integrando su experiencia y reflexión en un proceso dinámico que lo va haciendo encontrar respuestas más maduras acerca de su propio propósito en la vida, y más todavía, del propósito de la creación universal. Los estudios sobre Antropología Bíblica de Gilles Cusson, S.J., han sido reconocidos por el Instituto Bíblico de Roma como la interpretación que más encuentra la sustancia de la Biblia. Usaremos esta interpretación antropológica que nos explica cómo el pueblo de Israel va descubriendo poco a poco esas respuestas tan distintas a las de los demás pueblos. Al fin y al cabo la Biblia fue escrita por seres humanos en su propia historia y aunque creamos en la Revelación de Dios, él mismo parece respetar la libertad humana y su «inspiración» a los autores de la Biblia siempre respeta la mentalidad de los distintos tiempos y épocas de la historia humana. Recorriendo esa trayectoria en el contexto de esta civilización tan peculiar encontraremos sin duda nuestras propias respuestas.

De acuerdo con Cusson existe una obvia evolución en la conciencia del pueblo de Israel. A través de su historia la conciencia religiosa y nacional se desarrollan entrelazadas en un proceso que empieza con el individuo como punto de partida. El proceso comienza con los Patriarcas, Abraham, Isaac, Jacob, y Moisés, y se va moviendo hacia la colectividad: el pueblo de Israel que se «hace» pueblo a través del desierto. De esa conciencia de colectividad se va desarrollando des­pués, como pedagógicamente, una conciencia personal que ha nacido de la comunidad. El individuo, reflexionando en su pasado, la historia de su pueblo y de la humanidad, descubre gradualmente su propio propósito en la vida. Ese propósito que como hemos visto es el único con un sentido positivo en la historia de las civilizaciones antiguas. Los Profetas ayudarán a producir ese crecimiento espiritual de conciencia personal tan insólito en aquellos tiempos y en tan difíciles circunstancias.

La historia de Israel se va desarrollando de lo nacional hacia lo universal como producto de la evolución de conciencia a través de esas etapas históricas. Al mismo tiempo el individuo, por su reflexión personal, aprende a convertirse en persona espiritual en un proceso que termina en «el ser humano universal».

Este proceso se ha iniciado con una conciencia individual reflejada en los Patriarcas. Cada uno de ellos tiene una experiencia de creciente conocimiento de Dios. Por esa experiencia individual los Patriarcas van comprendiendo su propio papel y su misión en el universo. Especialmente en Abraham y Jacob, la experiencia no es estática sino dinámica, va creciendo y haciéndolos cada vez más íntimos respecto a Dios y unidos a sus designios. Los Patriarcas son las figuras más importantes en esa enseñanza de la creciente relación entre Dios y el ser humano. El ser humano se va dando cuenta, entendiendo verdades, creciendo en conciencia poco a poco a través de su vida y su historia. La Biblia, de una manera excepcional, va documentando esa historia para la posteridad.

Los Patriarcas se vuelven tan convencidos de lo singular de su Dios que desde ese momento toda su historia, social, política y personal, estará siempre centrada en ese Dios.

La historia Judía se desarrolla y se va explicando históricamente, de los Patriarcas hacia el pueblo como un fenómeno nacional y social. Es curioso cómo la fe individual de los Patriarcas se convierte en la fe nacional de su pueblo en su Éxodo con Moisés a través del desierto. En la prueba del desierto se forma la Comunidad, la Nación de Israel.

El proceso continúa con la aparición de los Profetas. Ellos vienen para crear y despertar conciencia en tiempos en que tal parece que la conciencia personal y del pueblo se han estancado al asentarse en la «tierra de promisión». Los profetas vienen a despertar la responsabilidad personal. Vienen, o son mandados, a ayudar a la gente a ser consecuentes con su compromiso y entrega a Dios en su relación personal con ese Dios, y en su relación con los demás.

Este nuevo crecimiento de conciencia parece ser entendido finalmente en una nueva etapa histórica, en la era de los Sabios de Israel. Estos son capaces de expresar ya en dimensiones universales, la fe que han heredado de los Patriarcas. Los Sabios expresan esa fe en términos más maduros y hasta humanísticos. En los llamados «Libros de la Sabiduría» o Sapienciales, recogidos en la Biblia, los Sabios parecen integrar toda la historia de Israel en un solo y claro mensaje positivo de vida y esperanza para toda la humanidad. 

 

Pudiéramos aplicar el proceso de personalización que estudiamos en Teilhard de Chardin al proceso histórico del Pueblo de Israel. Encontraríamos sin duda una pauta a seguir en nuestra propia búsqueda de la felicidad. Tanto en ese proceso histórico de Israel como en el proceso desarrollado por Teilhard hemos encontrado argumentos particularmente interesantes que nos pueden guiar en esa búsqueda que nos hemos propuesto.