La civilización griega

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad. 

 

 

El ser humano contra la arbitrariedad de los dioses.

Los griegos, en la cúspide de su grandeza de pensamiento, filosofaron acerca del propósito de la vida. Aristóteles y Platón discurrían con la aristocracia griega sobre esas preguntas fundamentales del ser humano. Mientras Esquilo y Sófocles ofrecían al pueblo un alivio catártico a través de sus tragedias, Eurípides fue más allá, llevando a todos una nueva idea de democracia que empezaba a despuntar en Grecia. Eurípides llevaba las preguntas filosóficas a través de sus tragedias con temas «domésticos» al sujeto común del pueblo. Muchas veces las respuestas a sus preguntas venían inexplicablemente de lo alto (deus ex machina) pero siempre los griegos con sus tragedias mantuvieron masivamente vivas esas preguntas. Se presentaban al pueblo en los problemas de la clase media como por ejemplo en «Medea» en el drama de su vida, o en tragedias de los héroes míticos que forjaron el orgullo y el honor de toda una civilización.

Los griegos desafiaron abiertamente el designio de los dioses hasta el límite. Sus mitos aparecen tremendamente humanos. Ellos habían tenido la osadía de vestir a sus dioses con pasiones humanas. Sus virtudes y sus vicios se conformaban también como dioses casi alcanzables por los seres humanos.

La cultura griega contribuyó más que ninguna a la búsqueda humana del propósito en la vida. Con una filosofía desarrollada en su vida práctica parece que podían lidiar con la cruel realidad de la existencia tan vivamente dramatizada en sus tragedias. Su punto de partida era la inseguridad humana. Los seres humanos se rebelaban contra sus dioses, pero siempre estos ganaban la partida. Los dioses los castigarían por la menor infracción a sus designios. La tragedia de Edipo, es un buen ejemplo. No importa que Edipo haya sido extraordi­nariamente inteligente, noble y bueno. Salvó a su pueblo adivinando el curioso acertijo que le daba la esfinge. Había sido un héroe. Sin embargo, por los arbitrarios designios de los dioses, Edipo cae en desgracia y destrucción.

En el mito de Prometeo observamos el mismo fatalismo. Prometeo se apodera del fuego de Vulcano para devolverlo a los humanos a quienes pertenecía. Su proeza significaba una real e importantísima adquisición para el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, Prometeo es torturado con el más horrible de los castigos.

Electra es «usada» por los dioses para hacer justicia por el asesinato de su padre Agamenón. Su obsesión impuesta por los dioses la hace una trágica esclava de pasión y venganza.

El pueblo griego desarrolla y elabora una filosofía de vida capaz de poder sobrevivir las tragedias de la vida. Encuentran la función liberadora del conocimiento y la sabiduría. Los griegos inexplicablemente encuentran un arma para defenderse y aliviar su sufrimiento: la solidaridad fraterna.

Esta solidaridad humana está simbólicamente expresada en el teatro griego. Su filosofía es «cantada» por el coro, quien invita y educa a la audiencia en la sabiduría. Los espectadores de las tragedias son invitados, no sólo a simpatizar, sino también a compartir el sufrimiento con los héroes trágicos que confrontan su destino irrevocable. A través de esta fraternidad humana y solidaridad, enfrentados a la trágica condición humana, la gente se hacía más consciente de una actitud a que se debe llegar frente a los dioses y a la vida.

Aparte del propósito acústico arquitectónicamente hablando, la forma física del teatro sugiere esa solidaridad del público que abraza a sus héroes en el escenario. El coro, en la «orchestra» reflexiona, refleja, lo que está pasando en el escenario, y excita comprensión y compasión en los espectadores hacia los personajes de le tragedia. A veces el coro ofrece consejos prácticos tanto a los personajes de la tragedia como al público. El principio esencial de estos consejos es usar la sabiduría para educarse cada uno y no traspasar los designios de los dioses y no provocar su ira. En otras palabras, aprender a no irse más allá de sus límites, de lo contrario, como en sus tragedias y mitos, la ira de los dioses es implacable, castigando no sólo al arrogante y culpable, sino también al bueno e inocente. Los seres humanos son siempre perdedores y víctimas. Tanto la naturaleza como los dioses parecen estar en contra de ellos de una manera u otra.