El propósito de la vida

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad.

 

 

No podemos ir adelante si no nos detenemos a reflexionar sobre el propósito de la vida, si es que lo hay. Los filósofos, por siglos, nos han llenado de conceptos, a veces contradictorios, sobre el propósito de la vida humana, y la razón de ser individual y social de cada uno. Hay quienes niegan que haya propósito alguno. Otros tienen un sentido fatalista de la vida. Sin embargo, la mayor parte de los pensadores, en especial los que han contribuido a formar el pensamiento occidental, proponen un propósito positivo de la vida. En los últimos siglos, la psicología y la sociología, han arrojado más luz sobre esa actitud positiva ante la vida individual y universal.

Víctor Frankl, sobrevive el horrendo campo de concentración encontrándole un sentido positivo a la vida.

Carl Jung define la vida humana como un proceso de trascendencia de lo natural a lo consciente. El ser humano, al crecer en conciencia, quiere traspasar los límites que le han impuesto los instintos de la naturaleza y trata de «liberarse», de irse por encima de estos en un proceso de superación personal casi sin límites hacia una espiritualización «sobrenatural». Hay un propósito positivo y trascendente en la vida.

Hasta Nietzsche, con un tono sarcástico, no puede negar que el ser humano tiene un propósito positivo en la vida. De acuerdo con su personaje Zaratustra, el ser humano debe convertirse en «creador» a través de su vida para llegar a ser plenamente humano. Sufrirá soledad, su mayor enemigo, pero nunca debe perder su valentía. El ser humano se irá transformando a través de la vida, que a veces es un desierto, siempre hacia una evolución superior.

Todos parecen coincidir en que el individuo se desarrolla a través de un proceso. El crecer en conciencia, que algunos llaman «concientización», lleva al individuo a esa trascendencia que parece obedecer a ese instinto interior del ser humano. El ser humano piensa y sabe que piensa. Eso nos distingue de los animales, que también pueden pensar pero sin darse cuenta. Al saber que piensa, el ser humano es capaz de reflexionar, razonar, y aprender. Aprende a lo largo de su vida a través de esfuerzos y de sus errores la mayor parte de las veces. En ese proceso de aprendizaje, el individuo puede ir definitivamente, trascendiendo por encima de sus instintos y sus limitaciones. El conocimiento y la sabiduría de que nos habla Platón son algo universal para todos los seres humanos en todos los tiempos.

Para entender el propósito de la vida del ser humano, según la opinión de tantos pensadores, no se puede afrontar el problema como un concepto estático. Todos parecen estar de acuerdo en que la vida humana es un proceso verdaderamente dinámico de evolución personal y social. Por lo tanto, el propósito de la vida sólo se podría entender en el contexto de ese proceso. Quizás, la única manera de llegar a una definición del propósito de la vida es estudiar al ser humano a través de sus etapas en la vida. Seguirlo en su vida, cómo crece, aprende, y se entiende a sí mismo, a su mundo, a su universo. Su propósito en la vida seguramente se irá desenvolviendo por sí mismo a través del proceso personal de su vida.

Ese proceso se va desarrollando en cada individuo a lo largo de la vida a través de sus etapas de crecimiento. Desde una niñez casi instintiva a una adultez madura y creciente hacia la sabiduría, el ser humano evoluciona hacia nuevas y más altas dimensiones.

Pierre Teilhard de Chardin, S.J., nos ayuda a entender nuestro proceso de crecimiento en conciencia y sabiduría llamándolo «Proceso de Personalización».