Introducción

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: En la búsqueda de la felicidad.

 

 

Sí, la felicidad es un problema, puesto que todos la deseamos y sin embargo aparentemente no podemos conseguirla.

Una de las pocas cosas que nos unen a todos en el mundo y a través de todos los tiempos es el deseo de la felicidad. Con él nacemos, aunque no somos capaces de identificar este deseo ni siquiera verbalizarlo hasta un poco más tarde en la vida cuando ya somos capaces de razonar y reflexionar. Todos hemos tenido momentos en nuestra vida en que hemos tocado algo que reconocemos como felicidad. Esas chispas de emoción intensa nos auguran algo trascendental que nos lleva a seguir buscando.

Se ha escrito mucho sobre «la felicidad». Se habla mucho sobre ella. Sin embargo, por los efectos, o el poco efecto que encontramos en nuestro mundo a lo largo de la historia, parece ser que muchos ni siquiera saben lo que es la felicidad, y la mayoría nunca la encuentra. Peor todavía, mirando el mundo de hoy, nos damos cuenta de que la mayor parte de la gente no sabe ni cómo buscarla. Los medios de comunicación nos venden diariamente una felicidad ficticia y superficial muy fácil de comprar por los jóvenes que, curiosos, buscan donde sea respuestas a sus innumerables preguntas. La droga y el alcohol, el placer hedonista de la belleza y del «lucir bien», el placer sexual animal que no incluye el amor, sino sólo el gozo personal y egoísta, todo esto se nos vende en la calle como medios seguros de obtener la felicidad. Cualquier joven capaz de reflexionar por un momento se da cuenta de que está siendo manipulado por una propaganda falsa y engañosa. La felicidad, sabemos, tiene que ser algo más serio y profundo.

La historia tanto del oriente como del occidente nos trae las reflexiones documentadas de siglos de búsqueda, de consideraciones, de razonamientos. Muchas preguntas de esas civilizaciones a través de siglos parece que se quedaron sin contestar. Quizás por eso en el mundo de hoy muchos se dan por vencidos antes de empezar esa búsqueda que por siglos hemos reconocido ya como parte de este misterio de la vida.

Si pudiéramos sentarnos a reflexionar –algo que es tan difícil en nuestros días– sobre tantos escritos, tantas filosofías y teologías que han marcado la historia del mundo, quizás encontraríamos un camino para emprender esa búsqueda. Por lo menos descubriríamos una dirección que tuviera sentido. Así no andaríamos dando tantos tumbos estériles y frustrantes buscando la felicidad donde no puede estar.

Pero por supuesto, algo dentro nos dice que hay que hacer el esfuerzo, un gran esfuerzo. La búsqueda de la felicidad, como guía definitiva de nuestras vidas que parece ser, debería volverse una aventura fascinante llena de sorpresas inimaginables. Sin embargo esta aventura sólo se lleva a cabo a través de un constante esfuerzo y sin desilusión. Platón igualaría la felicidad con la sabiduría y el conocimiento. Algo tan sublime que su búsqueda nos llevaría a la inmortalidad. ¿Cuánta gente hoy en día pensaría realmente en los conceptos de «conocimiento» y «sabiduría» al referirse a la felicidad? ¿Cuántos no se quedarían solamente al nivel materialista o del placer?

No parece que podamos definir la felicidad tan fácilmente. Y si le pidiéramos una definición a cada uno de los seres humanos tendríamos que darnos por vencidos, pues cada uno daría una respuesta distinta. Sin embargo, tiene que haber una idea común que nos satisfaga a todos. Podríamos quizás llegar a un concepto que tenga sentido universal si usáramos otra estrategia. Tal vez encontraríamos una pista si empezáramos por definir lo contrario, o sea, lo que no puede de nin­gún modo ser la felicidad.