Crear conciencia activamente

Autor: Padre Ernesto Fernández-Travieso, S.J.

Libro: Para no ser un rinoceronte más 

 

 

En la segunda parte de esta primera encíclica del Papa Benedicto XVI, él nos explica cómo la Iglesia pone en práctica ese amor que consideramos corazón de nuestra fe cristiana.

En un mundo politizado, en el que muchas veces nos quedamos en meras teorías, el Papa con su ya consabida claridad teológica nos explica la labor de la Iglesia. Es curioso ver cómo muchos católicos no pueden ni definir lo que es la Iglesia. Algunos llegan a identificar la Iglesia simplemente como un edificio¼ Cuando las escrituras del Nuevo Testamento se refieren a «la Iglesia» la traducción correcta del arameo es «comunidad». El Papa la define como «comunidad de amor». ¡Y ahí no hay equívoco alguno!

«Toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano –nos dice el Papa–... También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una organización, como presupuesto para un servicio comunitario ordenado». Ahí se nos aclara el verdadero sentido de la Iglesia como organización. A pesar de los terribles tiempos en que la Iglesia fue ´tomada´ por las familias poderosas de la oscura Edad Media –cuando el papado se convirtió en un mero instrumento político– la Iglesia ha sobrevivido.

La barca de Pedro iluminada siempre por santos y profetas volvió a salir a flote y ha sobrevivido a todas las tormentas de la historia. El servicio de la caridad siempre ha sido el resultado de esa comunidad en tantos momentos de la historia cuando la violencia, la injusticia y la confusión han velado nuestra visión positiva de la historia. Y el Papa nos aclara y explica, una vez más, el importante papel de la Iglesia en el mundo de hoy: «La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra». Así ha sido desde los primeros siglos de la Iglesia. Hoy más que nunca tenemos que definir con más precisión la relación entre el compromiso necesario en pro de la justicia y el servicio de la caridad.

Nos dice la encíclica: 

«En la difícil situación en la que nos encontramos hoy, a causa también de la globalización de la economía, la doctrina social de la Iglesia se ha convertido en una indicación fundamental que propone orientaciones válidas mucho más allá de sus confines: estas orientaciones –ante el avance del progreso– se han de afrontar en diálogo con todos los que se preocupan seriamente por el hombre y su mundo».

«El orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política ... La doctrina social de la Iglesia argu­menta desde la razón y el derecho natural, es decir, a partir de lo que es conforme a la naturaleza de todo ser humano. Y sabe que no es tarea de la Iglesia el que ella misma haga valer políticamente esta doctrina: quiere servir a la formación de las conciencias en la política y contribuir a que crezca la percepción de las verdaderas exigencias de la justicia».

«La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar una sociedad lo más justa posi­ble. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede quedarse al margen en la lucha por la justicia». 

Queda claro entonces que el importantísimo papel de la Iglesia es el de crear conciencia activamente.